Aporte
Estudiemos historia

<STRONG>Aporte <BR></STRONG>Estudiemos historia

Cuando la civilización ha llegado a adentrarse en el corazón de un país; cuando un pueblo vive consciente de su significado y conoce el origen trascendental de su historial; cuando este pueblo ha podido comprobar por sí mismo las experiencias por las que ha atravesado, entonces ese pueblo se agiganta y desempeña una función digna de su progreso y de sus hombres. Es que cuando un pueblo conoce su historia y aprende a sacar conclusiones del presente comparándolo con el pasado, en ese pueblo hay acrecentamiento, ese pueblo evoluciona; porque la historia es la experiencia realizada en el laboratorio del tiempo.

Allí donde ella no ejerce su función educadora, allí donde la historia se enseña sin estudios serios, allí donde un hecho de sangre tiene más importancia que los beneficios obtenidos como consecuencia inmediata de una reunión de autoridades del Gobierno o de una asamblea de industriales para resolver un problema básico, ahí no se está enseñando historia para que las experiencias del pasado sean vértices orientadores para el presente y para el futuro, allí lo que se está formando en la conciencia de la Juventud son hombres y mujeres sin conocimientos fundamentales de su pasado histórico, porque la historia educa y formaliza, hace ciudadanos íntegros, nunca detestables; verdaderas montañas de su patria, verdaderos mentores de su futuro. Guías y ejemplos para la sociedad, sin tomar en cuenta los procesos económicos.

Pero si la historia se utiliza como trampolín para maquinaciones de orden político con el objeto de establecer diferencias que darán beneficios y posición social a una casta o clase social solamente, entonces es que su enseñanza obedece a un plan premeditado de trascendencias sociales y económicas funestas para el pueblo. Por eso se puede afirmar que del método para enseñar la historia que tenga un país se puede deducir su régimen de gobierno, porque no es suficiente una libertad de prensa u otras libertades más, si éstas morirán como consecuencia de una conciencia corrompida con anhelos vibrantes de placer y orgías, exenta de delicadezas, de honradez y de principios éticos, que a veces hasta son rudimentarios en otras agrupaciones sociales, que por las circunstancias y por su historia son inferiores a aquellas donde las corrupciones y el placer se han arraigado profundamente.

Es que la historia no es un juego, no es un decir o un escribir las cosas de un país, una región o un continente o del mundo en un orden determinado y cronológico y de una manera agradable para el que la lee o para el que la escucha en una clase; no, la  historia es un tablero con una plataforma gigantesca, allí se mueven los hechos y los hombres de una manera muy compleja, cada paso que se adelanta significa un esfuerzo, cada conclusión a que se llega es producto de una labor de muchos años, de tiempo y perseverancia; porque los historiadores no se improvisan, ellos se forman en el estudio y en la observación, son como los artistas, nacen con esa inclinación, luego la escuela y observaciones y la dedicación, los forma o mejor dicho los modela.

El historiador necesita ser eminentemente culto, desde luego que haciendo caso omiso del que solo le interesa los documentos por los documentos en si nunca para interpretarlos y llegar a conclusiones satisfactorias; por eso el historiador en el sentido amplio de la palabra necesita ser hombre experimentado en los sucesos de la vida, haber llevado una vida intensa y ser radical en sus actuaciones; pero esta manera de actuar de él, debe llevarlo a realizar las ratificaciones que su labor le impone, si no cumple con esta función por temor a su reputación, debe olvidarse de la historia, porque su labor es de las que se ennoblecen solas sin el impulso de las circunstancias; cualquiera que sea el sitial que el ocupe sea desde la tribuna de la escuela o de la escritura de los libros de su especialidad, si no cumple con su deber, debe alejarse de él porque la función de los historiadores es fundamental; camino de la verdad circunstancial, la inalterable, básica.

Ahora bien, existe todavía algo que es fundamental en la historia, y es la capacidad intelectual y asimilativa de los encargados de formar en el niño o el joven un concepto claro y preciso de lo que es esta asignatura, de su importancia inmediata puesto que sus conocimientos los aplicamos a diario en la vida ordinaria.

Son pues estos señores llamados maestros los que necesitan prepararse bien: estudiar, hacer cultura extenderse más allá de los limites fijados por sus programas de enseñanza para poder de esa manera formar un concepto más amplio de la parte del curso que se les tiene destinado; el maestro que posee conceptos errados en materia de historia o cualquier otra especialidad, no está desarrollando su función a la altura que la exigencias actuales ameritan, porque es necesario despertar a la juventud el amor por el estudio de la historia; pero de la historia como experiencia de la vida, no la historia de los relatos y cuentos, esa no, esa ya pertenece a otra época, porque el mundo de ahora reclama hombres vigorosos y con un amplio concepto de las cosas que más ligadas están a él Porque eso es la historia, función directa de la vida y por eso la debemos estudiar para ponernos en contacto con nuestra fortaleza íntima, con nuestra propia evolución, con nuestro propio país y moralizar  a esta nación.

Debemos educar a niños y jóvenes en el cultivo de la historia, para que no desvíen sus buenas intenciones cuando ya sean hombres formales, solo hacia la conquista del poder político, porque este “sólo es sensible a lo que le apetece”, pues es sabido que la política económica es muy difícil de entender y el manejo o administración del poder no es nada fácil, Hay pues que conocer la historia, la nuestra y la de los demás pueblos del mundo porque sus ejemplos, evitan los errores.

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