Aporte.Las ponencias de Masa Crítica: Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en [la] RD

Aporte.Las ponencias de Masa Crítica: Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en [la] RD

La ponencia de Miguel Aníbal Perdomo, al ser tan extensa, es la que más clichés acumula. Uno de los más mortales para el poema es el instrumentalismo: “El mundo, como dice la Biblia, fue fundado a través de la palabra. Esta tiene el poder de crear la luz, la materia; es el instrumento del que se vale Dios para conjurar la oscuridad y el vacío.” (p. 224). El ponente acepta, sin crítica, tal aserto.

No ve el ponente la ideología del mito y la acepta para su teoría de la traducción ingenua que no examina la frase hebrea traicionada al pasar a la teoría de la traducción de la Vulgata de San Jerónimo y los Setenta. Estos traductores copiaron la teoría metafísica del lenguaje al pasar de las filologías del hebreo al griego y del griego al latín, atribuyéndole a logos (que quiere decir tanto lenguaje, lengua, palabra y discurso) el significado de palabra, cuando en realidad es el de discurso el que posee el contexto y el valor en aquella traducción.

Treinta o más años tiene Perdomo, desde su época de estudiante, que ni la palabra ni la lengua ni el lenguaje son instrumentos. Pero la inercia y la herencia del partido del signo, al cual pertenece, poseen más fuerza que el simple planteo de una inquietud. O sea, que el ponente nunca se ha formulado la pregunta de por qué ni el lenguaje, ni la lengua ni la palabra son un instrumento.

Otro cliché que debe haberlo heredado del discurso contemporáneo que abomina la ciencia y la tecnología, ya que los filósofos modernos las consideran como el desencanto del mundo, contrario a la poesía, que es el encanto y la verdad. Dice el ponente: “La ciencia, a través de diferentes teorías cosmológicas, lo que hace es fundar mitos discursivos…” Ibíd.). El ponente también usa el concepto de modernidad sin saber en qué consiste. De donde colijo que lo usa como sinónimo de moderno, actual o contemporáneo. No con el sentido de crítica radical del historicismo y del racionalismo.

Otro cliché metafísico es la definición misma de la poesía: “El principio poético (creativo) es el soporte de toda actividad trascendente.” (Ibíd.). Otro de los clichés manidos que uno encuentra en todas las teorías literarias desde la Antigüedad hasta hoy es el siguiente: “La literatura entretiene y enseña, como pensaban los latinos, nos educa en el uso de la palabra, el instrumento cultural por excelencia…” (P. 225). Más adelante, Perdomo copia a Pitágoras, creador de la escuela que considera, hasta hoy, que la literatura y el arte son terapéuticos: “Al adentrarnos en ella buscando respuesta a nuestros dolores y fracasos, se convierte en terapia, en una necesidad neurológica, higiene del cerebro. Puede ser comprometida y testimonial a lo Sartre, pero es un mensaje gratuito; sumerge sus patas en la realidad pero nos arrastra al sueño ayudándonos a vadear lo rutinario, lo anodino de la existencia.” (Pp. 225-226).

La ponencia de Perdomo es un condensado de la vulgata estilística y marxista: “la crítica (…) no es más que una lectura personal que varía de acuerdo con el bagaje de experiencia y formación de cada crítico. Esto significa que aquel que posea mayor formación podrá lograr un acercamiento más complejo a la obra; pero aquí entran en escena también los valores subjetivos que las clases dominantes occidentales han depositado en su mente, una tradición milenaria.” (Pp. 226-227). Otro cliché, que Perdomo toma de Aristóteles, a quien cita por su nombre, es el que opone la historia a la poesía (p. 227).

Para el ponente “la literatura es el reino de lo sagrado y de lo profano, lo comunitario y lo individuo, del gozo y de lo lúdico…” (Ibíd.). Esta es una de las definiciones más tradicionales de literatura, pues todo lo que Perdomo dice que es la literatura, es lo contrario, pues lo sagrado y lo profano, al igual que los demás términos, son ideologías, y justamente lo que transforma el texto, no la literatura, son las ideologías de época.

Al final de su trabajo, el ponente perdona a la crítica y, como instrumentalista al fin, realza su utilidad y “función”: “la función de la crítica es insustituible. Un crítico bien intencionado y honesto puede ser muy útil para orientar tanto al público como al autor, para estimular y señalar el rumbo”. (Pp. 229-230) Por esta razón, Perdomo ve con buenos ojos que en los Estados Unidos la crítica se haya comercializado: “En los Estados (…) lejos de desaparecer, el crítico está sumiendo un carácter profesional singular: el autor de un libro pagó a ciertos críticos para que le escriban una reseña”. (P. 230). Favorable, por supuesto, porque la crítica, se entiende, debe ser elogio, condena o silencio.

En Perdomo, estas citas de la definición de la obra literaria, la crítica y el valor del texto son un concentrado de la teoría tradicional de la literatura basada en la metafísica del signo. Contienen los cinco círculos del infierno definidos por Meschonnic como los grandes enemigos del poema, aparte, por supuesto, de sus dos adversarios más emblemáticos: la definición misma de poesía y la filosofía: “el primer enemigo del poema que hay que escribir (y del poema que hay que leer) es la poesía. El segundo es la filosofía.” (Revista “Europe” 995, marzo de 2012, dedicada a Meschonnic, p.124).

¿Cómo define Meschonnic esos cinco círculos del infierno?: “para ser un poema, un poema debe franquear cinco círculos del infierno: el primer círculo es la confusión entre el verso y la poesía, en la doble confusión que opone el verso a la prosa y de ahí también, la poesía (identificada con el verso) a la prosa; el segundo círculo es la definición formal de la poesía, consecuencia del primero, y de ahí, cuando se cree hablar del poema, se habla del signo, la forma y el sentido –gracias, mi signo–; tercer círculo, la esencialización, por etimologización, de la palabra ‘poesía’, que se desdobla en mística de la creación o en calculismo de la fabricación; cuarto círculo, que se desdobla también, la confusión con la emoción, estética o sentimental, o la confusión con el catálogo del mundo y de los elementos, en los dos casos lo que Mallarmé llama ‘nombrar’. Confusión con los sentimientos: se dice que el Cantar de los cantares es poético, porque habla del amor. Confusión con las cosas, vea usted a Bachelarden el rol de alguacil, y Mallarme decía de la luna: ‘es poética, esa ramera”; quinto círculo, el almacén de la poesía (llamo así a todos los poemas que existen, en todos los idiomas, y en todas las épocas), es decir, a la confusión entre el poema y la poesía, la confusión entre la poesía y el amor a la poesía, y el amor de la poesía es la muerte del poema; todo esto para llegar a la poesía como actividad de los poemas, que consiste justamente en desencadenar la crisis en todo lo que precede, y sobre todo en no ahogarse en el amor a la poesía. Lo que no les ha gustado a algunos contemporáneos es esta simple constatación.” (Revista citada, pp. 124-125).

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