APORTE
El amor en  narrativa de Carson McCullers

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DIÓGENES VALDEZ
El cuento titulado Un árbol. Una roca. Una nube es con mucho, posterior a La balada del café triste, sin embargo entre ambos existe un hilo no demasiado visible que conecta un relato con el otro. 

Dichos cuentos, tienen una constante que es común en casi todos los textos de esta autora y es, el amor en todas sus vertientes. El amor parece ser en esta escritora nacida en el sur de los Estados Unidos (Atlanta, Georgia) su tema preferido, por tanto no resulta extraño que, de tanto escribir de lo mismo esta genial autora se haya convertido en una experta en la materia y que vaya más lejos aún, que se atreva a teorizar sobre un asunto tan complejo.

Un árbol. Una roca
Una nube contiene los esbozos de una ciencia del amor, que aunque delineada por el personaje principal, el viejo borrachín del cuento, no deja de ser la voz de la autora. La balada del café triste posee en cambio, la tesis que convierte en realidad aquellos esbozos que pretenden pasar por una pseudociencia. Ciencia y tesis sobre el amor forman parte del siquismo de la Carson McCullers, lo que se hace patente en un momento en que este último relato parece haberse congelado para dar paso a unas reflexiones que hace la narradora omnisciente. Esta habla sobre la experiencia del amor, elaborando de paso su tesis.

Carson McCullers sólo necesita tres párrafos y, aunque utiliza muy pocas palabras, dice en cambio demasiado. Veamos:

En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé  cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario.

Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en el corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño, suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que hemos hablado no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; pue e ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.

Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya un abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una chica desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una mujer perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado, y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso.

La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.

Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante, y con razón, pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.

Nadie podría ser más preciso, conciso y contundente. Y es que a pesar de los pocos años que le concedió la vida, Carson McCullers supo aprovecharlos para vivir a plenitud y conciencia.

La ciencia del amor perfecto.Es bien sabido que, en muchas ocasiones, un autor pone en boca de algunos de sus personajes, lo que es parte de su credo existencial, por tanto no deja de contener mucha verdad la creencia de que la literatura, entre todas las artes, es la que revela más cosas de la siquis de un creador.

Y no basta que éste ejerza una férrea vigilancia de su subconsciente, porque en algún momento de descuido los secretos logran asomar su cabeza al exterior, poniendo al desnudo todo aquello que se mantenía oculto siendo lo peor de todo, que el último en enterarse que ha estado revelando pormenores de su vida, es aquél que involuntariamente ha estado confesándose.

En el cuento Un árbol. Una roca. Una nube, Carson McCullers postula por boca de un forastero borrachín que bebe en una cantina, los principios de una “ciencia del amor” que en lo particular parece formar parte del credo de esta escritora.

El cuento  es de una belleza indescriptible, sin penosos ascensos a pesar del drama angustioso que describe, pero también sin bruscas caídas argumentales. Todo parece acontecer de una manera tan simple, que produce desconcierto y pena.

En sintesis

El cuento perfecto
No existe duda de que el cuento Un árbol, una roca, una nube es uno de los trabajos de Carson McCullers más acabado y perfecto y de ésto también parece estar consciente la autora, porque confiesa que, después de haberlo terminado “rompió a llorar”. Esto nos recuerda la experiencia vivida por nuestro máximo cuentista, Juan Bosch, quien le confesó a su hermana Josefina, que cuando concluyó su cuento “La mujer”, que tenía el presentimiento que había escrito un texto perdurable y,  efectivamente así ha sido.

Pero a pesar de la magnificencia del cuento de la escritora norteamericana, algunos críticos no dejaron reparos a esta joya de la narrativa,  recordando que el título del mismo se parecía demasiado al del cuento de Thomas Wolfe: “Una hoja, Una piedra, Una puerta”. Esto dejaba de ser una crítica banal, porque por encima del título del cuento (y también por debajo) vibra una narración limpia y ordenada, cuya tema principal podría ser “la persecución del amor perfecto”. El cuento trata sobre la recuperación de este sublime sentimiento cuando por alguna razón, éste se ha perdido o nos ha sido robado y se recupera de una manera muy especial: por el amor a todos.

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