Aporte
El sujeto en el teatro dominicano

<STRONG>Aporte<BR></STRONG>El sujeto en el teatro dominicano

El tema del sujeto en el teatro dominicano significa encontrarle, como individuo único y contradictorio, cuya orientación vital es política porque mantiene una relación determinada con el poder, sea de apoyo o mantenimiento, de rebelión o insurrección, de transformación y, finalmente, de una incógnita en ciertas condiciones sociales en que lo político le pone a prueba.

Pero ese sujeto así definido, vida en la vida social, y es  también por  esa condición histórico. Su búsqueda en el teatro no es más que una representación lingüística que guarda una relación con la vida y lo social, pero que no es de mímesis o imitación, sino de orientación del sentido en la obra teatral en contra de las ideologías y creencias de época. Y esa orientación del sentido no puede ser politicismo directo, ni denuncia social, ni reproducción de las ideologías y creencias que uno o varios personajes, figuraciones literarias y no realistas, encarnan en la pieza teatral.

Dicho esto, espero que quienes lean esta y las siguientes crónicas que versarán sobre el sujeto en las obras teatrales dominicanas más representativas, entiendan que además de orientar políticamente el sentido de la obra teatral en contra de lo ya dicho, existe una condición necesaria y suficiente para que la pieza no se quede únicamente en eso: el trabajo artístico del lenguaje que debe acompañar primeramente una propuesta literaria a la cual subyacen otras propuestas que apuntar a cambiar una percepción de las ideologías y creencias que una sociedad tiene por verdaderas.

Si no se escribe con esta estrategia, no se posee estrategia ni apuestas como sujeto escritor y sus obras envejecerán con la misma velocidad que envejecen los best sellers o los libros light o frívolos que nos importa botarlos, dejarlo en un tren o un avión o en un sillón de la playa. Son, a veces, muy interesantes, pero no tienen calidad o valor, como arguía a menudo Franklin Mieses Burgos a quienes le llevaban textos poéticos para que les diera su opinión.

Antes de entrar en materia, me es grato reconocer el trabajo pionero que para entender el teatro dominicano desde su comienzo en la isla desde 1492 hasta 1998 realizó mi amigo y finado intelectual José Molinaza, sin cuyos cuatro volúmenes se imposibilita sintetizar todos esos conocimientos. Se trata del primer tomo titulado “Historia crítica del teatro dominicano. 1492-1844” (Editora de la UASD, 1984. El segundo lleva el mismo título y va de 1844 a 1930 (Editora de la UASD, 1984).

El tercer presenta idéntico título, pero es una recapitulación de todo lo anterior aunque con una perspectiva diferente pues abarca el teatro colonial latinoamericano hasta el siglo XVIII, luego un segundo capítulo sobre el teatro en Santo Domingo durante la época colonial hasta 1821; un tercer capitulo sobre el teatro de la independencia o Teatro de los Trinitarios, un cuarto capítulo sobre el teatro en las distintas repúblicas hasta la desocupación norteamericana, un quinto capítulo sobre el teatro en la época de Trujillo, un sexto capítulo sobre el teatro post era de Trujillo (1961-1965) y un último capítulo sobre el teatro de 1965 a 1985, así como un apéndice sobre el teatro popular en el país, los indicios de este tipo de teatro y los grupos de teatros, el Teatro Universitario en la sociedad dominicana y , finalmente, el Teatro Infantil en nuestro país.   

El último libro de Molinaza sobre este tema se titula “Breve historia del teatro” (UASD y Secretaría de Educación y Cultura, 1997). Es un manual a intención de los estudiantes de artes y del público en general que desea iniciarse en estos conocimientos  desde los orígenes del teatro hasta la actualidad.

Hay otras tres obras que son también de gran utilidad y complementan las de Molinaza. Son los tres tomos publicados por la Universidad Brigham Young y la Librería La Trinitaria por el profesor norteamericano L. Howard  Quackenbush con el título de “Antología del teatro dominicano contemporáneo” (2004). Tanto Molinaza como Quackenbush aportan el contexto de la época, los textos de las obras y los comentarios críticos que les inducen a tomarlas en consideración. Juicios que pertenecen a la literatura tradicional basada en la estilística, el compromiso social o el historicismo.

Las consideraciones de valor poético o calidad no tienen la misma significación para la poética que practico y cuyo armazón está en la obra como discurso, con un sujeto, unos sentidos y un ritmo determinado por el vocalismo y el consonantismo, las figuras, la sintaxis, unas contra-ideologías, unas contra-creencias, unas rimas internas, unos juegos de palabras, la polifonía burlesca de la sociedad heredada de Rabelais, la anti-ilusión, la lucha contra los sentimientos y las emociones que siempre serán, en la obra teatral y en la poética y novelesca, imitación de los de las personas de la vida real.

Hay que dar crédito y gracias a los dominicanos y dominicanas que antes de Molinaza y Quackenbush nos dieron los primeros escritos y cronicones sobre el teatro dominicano o colonial. En el tomo II de Molinaza es digno de aprecio el cronograma de las obras dramáticas en la República Dominicana de 1492 a 1930, el índice-guía de los nombres de dramaturgos dominicanos, el cronograma de las obras dramáticas publicadas en el país, el cronograma de las compañías extranjeras que visitaron nuestro país entre 1905 y 1930, y finalmente, un organigrama de las salas de teatro en la República Dominicana desde 1492 hasta 1930.

Estas crónicas las dedico a la memoria de Molinaza, buen amigo con quien compartí los años de intolerancia de aquella UASD de los años 80, así como un viaje al Este en compañía de Jenny y Ramonina, y el archipámpano del humor negro Pedro Conde.

En síntesis

Divulgación histórica

El último libro de Molinaza sobre este tema se titula “Breve historia del teatro” (UASD y Secretaría de Educación y Cultura, 1997). Es un manual dirigido a  los estudiantes de arte y al público en general que desea iniciarse en estos conocimientos desde los orígenes del teatro hasta la actualidad.

Lo único que no encontré en los textos de Molinaza fue el autor sancarleño de la obra “Inocente y culpable”, representada a casa llena, en 1894 ó 1897, según don Max Henríquez Ureña en una de sus butacas del Listín Diario. La obra fue dirigida por Luis Eduardo Betances, contra todos los pronósticos de fracaso. El dramaturgo falleció poco después del éxito de la obra, no se sabe si a resultas de una de esas famosas guerras montoneras o causa de un traspiés antililisista. Si alguien sabe el nombre del agraciado dramaturgo, favor de allegármelo a Diógenes.cespedes@gmail.com

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