APORTE
Historias de 3 minutos

<STRONG>APORTE<BR></STRONG>Historias de 3 minutos

Seres amorfos. Con la mendicidad por condición se anuncian en este mundo sub urbano. La limosna es su marca. Los vemos y parecen intangibles. En las historias  de «La chica de la Sarasota. Cuentos de la calle» de Marivell Contreras, los personajes son breves destellos de la miseria. Una paradoja poética se presenta ante los ojos de la escritora.

Lo grotesco también es poesía. Las historias –acá narradas—las encontramos en un país cualquiera. Nuestras repúblicas tienen calles con esquinas y semáforos. Allí en la deleznable condición los desterrados del planeta, diría Fanon, son parte del espejo que nos refleja. Guardamos un equilibrio precario. Podrá  tener, entonces, nombres las calles, como Avenida Winston Churchil, 27 de febrero y más o para mi caso, Guatemala, el crucero de la 6 avenida y 24 calle de la zona cuatro; o la intersección del bulevar Morazán y la Roosevelt, en Tegucigalpa  y más, lo puedo ver en el eje 7 y Mixcoac, México  o las favelas en Brasil. Puedo, por arrogancia, seguir nombrado países y ciudades que mis ojos han habitado. Y encontrar a esos seres  del despojo social.

Habrá esquinas  –con semáforos- que transitar, donde seres invisibles nos anuncian  a la vida cotidiana que no arrima a la vida. Con ellos aprendemos a convivir: putas, travestidos, maledicentes de una pierna, niñas angelicales sin virginidad, ancianas dementes con su costal de miserias, delincuentes adictos, personajes zoomórficos de las ciudades y que Marivell expone sin esperanza ni condición. Solo están allí. Hacerlos visibles es la propuesta. Acá las calles tiene nombre de grandes hombres, como lo he expuesto, ellos –los miserables—las recorren a diario sin posición. Sin esperanza.

Tal vez el equilibrio logrado en la colección de cuentos -de esta joven autora- sea que su actitud responde a lo visible. Por necia, la realidad es evidente. Allí están los mendigos del tiempo. No argumenta, no toma partido. No erige bandera por la causa, solo expone. Narraciones sintéticas que llevan a seguir leyendo. Es como un transitar matutino o nocturno de los auto, todos con prisa para llegar a ninguna parte. En aquel lugar están, serán incoloros, pero están, por eso  la sentencia de Marivell, es clarividente:

“Me basta con saber que están allí, para continuar pensado que no ha cambiado nada en este mundo, que es el mío y es el de ella y en el que ambas seguimos girando inexorablemente”.

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