APORTE
Junio y Pedro Henríquez Ureña

APORTE<BR>Junio y Pedro Henríquez Ureña

En el mes de junio de 1884 nació en Santo Domingo uno de los intelectuales más cultivados y productivos de Latinoamérica durante el siglo XX. Reseñando algunos de los rasgos más sobresalientes de su vida y de sus obras, podríamos afirmar que la recia y equilibrada personalidad de Pedro Henríquez Ureña contó con un nacimiento venturoso y una vida ejemplar y fecunda, de cuya bondad dan testimonio las más connotadas figuras de la cultura americana.

Su vida ejemplar y fecunda estuvo  dedicada a formar generaciones de jóvenes en diferentes países, con brillantez, excelencia; a cultivar las letras con gran exquisitez y belleza, a concretar y transmitir ideas que hoy constituyen significativos aportes al pensamiento literario y científico del continente y del mundo.

Sus obras multidisciplinarias sirven de textos y de consulta en muchos países de América y de otras latitudes del Globo. Polígrafo, filósofo, literato, antropólogo, naturalista; es decir, un pensador con dimensiones universales. Ahí están sus prolíferas obras que constituyen el mejor testimonio de lo que aquí afirmamos.

Que en cada conmemoración de su nacimiento y en el futuro, todos los dominicanos estemos conscientes de la valía humana e intelectual de un ilustre hombre que, nacido en esta media isla, abre horizontes a lo largo y lo ancho del continente americano y más allá aun, en el universo del pensamiento y de la idea.

Leamos y estudiemos sus obras que son una fuente de saber. Honremos su nombre, su prestigio y su memoria, porque ya son honrados en gran manera en muchas latitudes. Al reconocer a Don Pedro, estamos honrando nuestra patria, porque él es, de hecho, un monumento nacional de la intelectualidad dominicana.

Honor y gloria a un humanista con ascendencia mundial y auténticamente dominicano. DON PEDRO HENRIQUEZ UREÑA.

Su madre, Salomé Ureña de Henríquez, versifica con la fuerza de su amor puro y externa su belleza interior con su acendrado espíritu de poetisa sublime, en la poesía inspirada por su hijo: MI PEDRO, llena de amor filial.

Mi Pedro no es soldado; no ambiciona
de César ni Alejandro los laureles;
si a sus sienes aguarda una corona,
la hallará del estudio en los vergeles.

¡Si lo vierais jugar! Tienen sus juegos
algo de serio que a pensar inclina.
Nunca la guerra le inspiró sus juegos:
la fuerza del progreso lo domina.

Hijo del siglo, para el bien creado,
la fiebre de la vida lo sacude;
busca la luz, como el insecto alado,
y en sus fulgores a inundarse acude.

Amante de la Patria, y entusiasta,
el escudo conoce, en él se huelga,
y de una caña, que transforma en asta,
el cruzado pendón trémulo cuelga.

Así es mi Pedro, generoso y bueno;
todo lo grande le merece culto;
entre el ruido del mundo irá sereno,
que lleva de virtud germen oculto.

Cuando sacude su infantil cabeza
el pensamiento que le infunde brío,
estalla en bendiciones mi terneza
y digo al porvenir: ¡Te lo confío!

En síntesis

Pedro Henríquez Ureña

Nació en Santo Domingo el 29 de junio de 1884.   Así lo describió Sábato: Este hombre que alguien llamó «peregrino de América» (y cuando se dice América en relación a él debe entenderse América Latina, esa teórica América total que la retórica de las cancillerías ha puesto de moda, por motivos menos admirables), tuvo dos grandes sueños utópicos; como San Martín y Bolívar, el de la unidad en la Magna Patria; y la realización de la Justicia en su territorio, así con mayúscula.» «Su vida entera se realizó, así como su obra, en función de aquella utopía latinoamericana. Aunque pocos como él estaban dotados para el puro arte y para la estricta belleza, aunque era un auténtico scholar y hubiera podido brillar en cualquier gran universidad europea, casi nada hubo en él que fuese arte por el arte o pensamiento por el pensamiento mismo. Su filosofía, su lucha contra el positivismo, sus ensayos literarios y filológicos, todo formó parte de sus silenciosa batalla por la unidad y por la elevación de nuestros pueblos».

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