APORTE
Yo, escritora

<STRONG>APORTE<BR></STRONG>Yo, escritora

Muchos son los críticos que se han pronunciado sobre la necesidad de desligar el “YO de escritor” del yo del texto, en busca de alejar la obra de la monotonía que representa el realismo de la vida cotidiana y para evitar convertir la obra en una autobiografía o en un testimonio.  Insisten en la desaparición del  “Yo del  escritor” como una forma de acabar con el subjetivismo, catalogado como una deficiencia que encasilla  y limita la obra.  Se ha llegado  a  asegurar que el autor es una figura fantasmagórica que se encuentra fuera del texto y que lo precede.  Incluso, se ha dicho que es el lenguaje  y no el autor el que habla. 

Reflexionando sobre estas  teorías, no he logrado encontrarle un asidero lógico.  Así que  decidí  encontrar  una explicación que diera  sustento  o  que descartara de una vez por todas a lo que la observación y  la intuición me revelaban.  Al mismo tiempo procedí  a formalizar una propuesta en torno al tema que a continuación les expongo: “El Yo del escritor” planteado al desnudo y con profundidad, entregado totalmente al acto de creación y accediendo en tales condiciones a niveles superiores de conciencia y a los más profundos pozos del inconsciente  es  el principal  responsable de una obra intensa, rica y permanente porque expone  a través de ese Yo el Yo Universal: el hombre y la mujer de hoy y de todos los tiempos.”

Según Sigmund Freud, el “Yo” es  una organización coherente de los procesos psíquicos que integran la consciencia y el  inconsciente.  Lo reprimido es lo que conocemos como el prototipo del  inconsciente; es la sede de lo elevado y de las  profundidades, de la luz y la oscuridad;  el  “Ello” la sede de la mente original.    El  “Yo  del escritor “tiene  acceso a esos lugares  donde se pone en contacto  con lo más  elevado que hay en el hombre: “El Ello” o  por el contrario sale golpeado y desfallecido  por la más primitiva fuerza: el inconsciente.  Pero es la mente original  lo que lo  emancipa y  eleva e inmerso en su proceso creativo  es capaz de convertir cualquier tema o historia en una nueva manera de ver el mundo. 

De esos recónditos lugares de su mente surgen las palabras que sorprenden al escritor, como si no le pertenecieran, como si las hubiera escrito otro.  La literatura más iluminada y la más sórdida pueden mostrar  su  cara porque  en su accionar  tiene la posibilidad de vivir todo lo que  ofrecen la vida y la muerte.  

En un interesante  punto de vista,  Walter  Georg  Groddeck  alegó  que ¨aquello que es llamado “Yo”  se conduce en la vida pasivamente y que, en vez de vivir, somos vividos por poderes ignotos e invencibles¨. 

Y  es que el “Yo”  es una complicada red de relaciones  entre  lo que se conoce y se desea, entre lo oculto y lo instintivo y entre lo bajo y lo superior de la existencia humana.  De ahí que en  ocasiones el escritor se pregunte de dónde viene lo que escribe, porque no reconoce como suyo aquello que estaba oculto en su mente.   Carl Jung, el creador de la teoría del inconsciente colectivo, asegura que el “Yo”  tiene a su alcance el conocimiento de la humanidad,  y no el de un solo individuo que  ha decidido escribir.  

El Dr. Merah Duzel,  de la Universidad de Magdeburg (Alemania),   concluyó que no siempre lo que se conoce se recuerda y que  no siempre lo que se recuerda se había conocido previamente.  La memoria es engañosa y su efectividad depende principalmente del nivel de concentración y de consciencia al momento de ejecutar la acción o de recibir una  percepción.    Mika Koivisto, de la Universidad de Turku (Finlandia), probó que si al observar directamente un objeto o al  recibir un estímulo  la atención se encuentra  en otro lugar, no se recordará el objeto.  Si el estímulo o el objeto tiene significado para el observador será recordado.  Por otro lado,  B. Gonalves y  K. Paller, de la Universidad de Northwestern (EEUU),  determinaron que el recuerdo equivocado proviene de una confusión entre los recuerdos percibidos y los eventos imaginados.  Es decir, de tanto imaginar algo se termina por creer que es verdad.

¿Quién puede acceder a la pura realidad si las ventanas de la percepción son imperfectas y si sólo se tiene acceso a parte de ella?  Si lo que se ve y se oye son en gran medida percepciones equivocadas.  ¡Hay que reconocer que se vive en un mundo de  ilusión e imaginación!, vivimos en un estado de inconsciencia y en la mayoría de los casos se actúa mecánicamente.   Cuando el “Yo del escritor” decide escribir lo hace desde ese mundo hacia otro donde entra en contacto con niveles superiores de conciencia: desde un estado dormido hacia uno despierto en el cual la verdadera realidad aflora y es lo que le da a la obra un valor extraordinario.

Tesoros  de la literatura local y universal  han surgido de la mente de hombres y mujeres que utilizan como materia prima su vida y sus experiencias: Bosch y La Mañosa; Aída Cartagena y Escalera para Electra; Marcel Proust y En busca del tiempo perdido; García Márquez y Cien Años de Soledad; Vargas Llosa y La Ciudad y los Perros; entre muchos otros son ejemplos conocidos. 

En  ellas  el  “Yo-creador”, inmerso en los recovecos  profundos de la existencia  siente la urgencia de manifestarse y en sus narraciones no sólo crea y recrea su propia historia, sino que se convierte  en el eco de otras voces.  Y así alcanza lo sublime a través de sus personajes: vistiéndose una y otra vez con nuevas vestiduras, reencarnando en diferentes seres con diferentes formas y fines de vida, creando y recreando, tomando nuevos caminos, concibiendo nuevas posibilidades, repitiendo y superando errores, para inventarse, transformarse y  finalmente liberarse.

Él  es  el  que  enuncia, el que crea lo que se dice, el sujeto implícito  de la novela, el que en un mundo de locura y lucidez  se desdobla y penetra  en todos los estratos de la mente  y  en el ser espiritual que lo habita.  Y la historia y los personajes son el resultado de un “Yo”  que al encontrarse con partes desconocidas de sí mismo se asombra y con ello viene el conocerse y  entenderse como si fuera por primera vez.  Y entonces… provocado e impulsado por este estado de inspiración, realiza el néctar sagrado de  ambrosía: la obra.   

(Compendio del ensayo presentado como discurso de entrada a la Academia Dominicana de la Lengua.)

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