Apoteosis a Yoryi Morel

Apoteosis a Yoryi Morel

UBI RIVAS
El 31 de agosto se cumplió un siglo del nacimiento en Santiago de los Caballeros de Yoryi Morel (1906-1979), el indiscutible y meritísimo pintor del teluricismo y el folclor dominicano, de la campiña cibaeña y las costumbres más señaladas de los dominicanos.

Así como Jesús Desangles (Sisito) 1861-1940, es el pintor de las referencias solemnes de la patria”.

Autodidacta, como su hermano Tomás en la poesía, no así su hermano Juan notable jurisconsulto, recibió lecciones de pintura de Juan Bautista Gómez, olvidado o no lo bienponderado a su gran notabilidad pictórica (el entierro), Yoryi Morel ha resultado ser, hasta hoy y los entendidos interpretan que para siempre, el más notable pintor santiaguense y uno de los maestros de la plástica criolla, que empezó vendiendo sus cuadros a $2 y hoy valen $600 mil.

Maestro de la pintura es quien empotra una escuela indiscutible, una impronta que se sigue por su altísimo valor plástico, como es el caso de nuestro gran Yoryi, nuestro excelso Yoryi, nuestro siempre presente Yoryi cada vez que se alude a los maestros de la pintura dominicana que inicia la tanda en la etapa republicana, Alejandro Bonilla (1820-1901), autor del primer retrato del padre inmaculado de la República, Juan Pablo Duarte Diez.

Yoryi Morel, desbrozando camino para poder andar, es evidente que se inspiró en su temática pictórica en los impresionistas franceses (1874-1974), deviniendo así en la referencia de esa escuela pictórica, menospreciada en sus balbuceos, la escuela de la luz que nos legaron Camile Pissarro, Paul Gauguin, Edgar Degás, Vicente Van Gogh, Claude Monet, Mary Cassatt, Paul Cézanne, Henri Toulouse Lautrec (el Gnomo Genial de Moulin Rouge), Edouard Manet.

“Yoryi Morel es el artista dominicano que, en su tiempo, mejor plasmó la luz y el paisaje rítmico y admirables colores”, expresa Cándido Gerón, notable escritor, crítico de arte, ensayista y poeta, en su obra enciclopedia de las Artes Plásticas Dominicanas, Editora Alfa y Omega, marzo/1991.

“Por su manera de abordar la temática de sus obras, Yoryi contribuye a la formación del concepto nacionalista de la incipiente pintura dominicana al replantear los propósitos exultantes de la identidad nacional, llevando los valores de la cotidianidad a un ámbito fiel a los cánones de la vieja metrópoli, cuyo sello se adhería a los pintores precedentementes, quienes obviaron las huellas de nuestro origen taíno y africano”, expresa en una semblanza sobre el artista, patrocinada en un opúsculo por el Museo de Arte Moderno, original de la crítica de arte Virginia Goris.

El colector de obras de artes Juan José Ceballos dispone del mayor número de obras de artista, así como también el Museo Bellapart y el fenecido doctor Silvano Luis Rodríguez Largier, amigo íntimo del pintor, poseía más de 40 obras del artista, hacia donde conduje en un momento a Cándido Gerón.

En tan gratísima ocasión de conmemorarse el primer centenario del nacimiento del maestro Yoryi Morel, tanto el Museo Bellapart, el Centro de Arte León Jimenes en Santiago de los Caballeros, catedral del arte nacional, y el Museo de Arte Moderno (MAM), tienen dispuestos homenajes y despliegues de obras de este excepcional y admiradísimo maestro de la plástica dominicana, para que los disfrutemos todos los que amamos la pintura y sus grandes exponentes.

Los diarios, noticieros radiales y televisivos, programas de tv, han hecho un justiciero despliegue a la obra procera de Yoryi Morel, en una orgía visual para deleite de los dominicanos que amamos y nunca olvidaremos al propulsor, descriptor, paleta en mano, del merengue, la procesión, los flamboyanes que parecen que en un momento determinado podrían incendiarse en el lienzo, es decir, que se idealizan pirofóricos; las tahoneras del desaparecido arroyo Nibaje; la lluvia; la gallera; los bohíos distintivos de nuestra secular pobreza, el perico ripiao, es decir, el alma nacional superdimensionada en la paleta de un artista extraordinario.

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