Apoteosis del tramposo

Apoteosis del tramposo

En este momento el mundo entero parece vivir una especie de “auge del sinvergüenzariato”. También hay vigente una “exaltación de las pandillas”. En la República de El Salvador, las bandas de delincuentes tienen nombres parecidos a los de las sororidades universitarias norteamericanas. Están de moda series televisivas donde los protagonistas son narcotraficantes; la película “El padrino”, realizada a partir de la famosa novela de Mario Puzo, ha tenido varias “extensiones” para seguir contando las exitosas aventuras de mafiosos italianos en los EUA. Don Carleone es visto como un líder y estratega, psicológicamente muy próximo a un jefe de Estado.
En los últimos tiempos los negocios del conglomerado brasileño Odebrecht se extendieron por varios países de América. Contratos con esa firma de ingenieros constructores fueron acordados por gobiernos de Perú, Colombia, Brasil, Panamá, República Dominicana. Escándalos por malversaciones de fondos son habituales en el mundo político y financiero de nuestro tiempo. Rodrigo Rato, en España, es un caso que apareció ayer en los periódicos. Ex ministro de Economía en su país, ex-gerente del Fondo Monetario Internacional e incluso vice-presidente del gobierno, Rodrigo Rato está enfrentando una situación sumamente difícil ante los tribunales de justicia. Pero nada es comparable a la ola desatada por los “negocios” de políticos con la firma Odebrecht.
En Brasil provocó la destitución de Vilma Rousseff de la presidencia, el acorralamiento de Ignacio Lula da Silva, ex-presidente de la República, la persecución de diversos funcionarios importantes. En Perú, la fiscalía ha solicitado el arresto del ex-presidente Alejando Toledo. En varios países, funcionarios de Odebrecht han declarado que pagaron sobornos para obtener obras gubernamentales. El escándalo no ha hecho más que crecer. En la República Dominicana, Odebrecht ha consentido en devolver el valor del soborno, más “una compensación”.
Al hilo de estos negocios internacionales turbios, han surgido tramposos profesionales. Sujetos de los cuales se dice: “es un maestro; hay que hablar con él, pues sabe dónde duerme el diablo”. A ellos acuden los candidatos a cargos electivos que necesitan recursos para sus campañas proselitistas. Es una pena que se establezcan tan insanas “magistraturas”, capaces de lanzar gobernantes “al fuego del infierno”. Según Julián Marías, padecemos “odio a la excelencia y entusiasmo por lo inferior”.

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