Aprenda cómo deben ser los cuidados del niño enfermo

Aprenda cómo deben ser los cuidados del niño enfermo

Resfríos, diarreas, otitis… Se acercan los meses en los que se pescan todas las enfermedades.

¿Por qué? ¿Cómo atenderlos para que se curen cuanto antes?

El alboroto típico de una casa donde hay niños se transforma repentinamente cuando caen enfermos. Un silencio extraño invade el ambiente, sólo interrumpido por débiles quejidos o por ataques de tos…

¿Por qué se enferma con tanta frecuencia?

Un niño sano de esta edad pasa cada año varios resfríos, unos cuantos episodios de fiebre que ni se sabe por qué, alguna diarrea y, probablemente, alguna otitis y algún sarpullido.

Eso, los sanos; porque algunos, además, están enfermos. Como cada uno de estos procesos puede durar fácilmente una semana, no es raro que empalmen uno con otro, que siempre estén enfermos.

Nuestros abuelos, que tenían la casa llena de niños, estaban habituados a esta situación, y sabían que era normal.

Por algo llamaban «mocosos» a los pequeños. Hoy solemos dar una importancia excesiva a las enfermedades leves de nuestros hijos, lo que puede llevar a gastos y sufrimientos innecesarios en busca de un remedio mágico (gastos de los padres, sufrimientos de los hijos), o a complicaciones por los efectos secundarios de medicamentos prescindibles.

La mayoría de estos problemas son causados por virus.  Todos conocemos ciertas enfermedades víricas de la infancia: varicela, sarampión, rubéola, paperas (las tres últimas casi desaparecidas gracias a la vacunación).

Sólo existe un virus de la varicela o del sarampión, y el niño que los ha pasado tiene anticuerpos que lo protegerán el resto de su vida. El problema es que los catarros y diarreas pueden ser provocados por cientos de virus distintos. Un niño de 10 años que ya ha pasado cientos de resfríos está inmunizado contra buena parte de ellos y se resfría sólo un par de veces al año; pero un niño pequeño no está inmunizado contra ninguno, y los pesca todos.

El traumático primer año

Mientras el pequeño está en casa con sus padres, suele tener pocas oportunidades de contagiarse.

Pero en la sala cuna o en el maternal, rodeado de otros niños, intercambiar microbios es más fácil que cambiar figuritas.

Imaginemos que un pequeño, en su casa, pesca dos virus al año. Si lo ponemos en contacto con otros 12 pequeños, entre todos reunirán 26 virus.

Es decir, semana sí, semana no. Y a veces, aún es peor. Por esa razón hay más catarros en invierno que en verano.

LA CLAVE

Comida y bebida

Mientras esté enfermo, seguramente tu hijo tendrá menos apetito de lo normal. Como no se mueve tanto, necesita menos energía; así que no te inquietes si no quiere comer mucho en unos días; sin embargo si por un día completo no quiere tomar leche   u otros líquidos y nada de comida debes ir con el pediatra de inmediato, ya que puede estar deshidratado, condición esta de mucha importancia, ya que en incontables ocasiones ha sido elemento de complicación en diversas enfermedades.  Por tanto, deja que tu hijo escoja su bebida favorita, lo importante es que tome líquidos; no importa que sea con gas, jugo de fruta, leche o agua.

Nada tiene que ver las temperaturas frescas; la gente se resfría igual en los climas cálidos que en los fríos. Lo importante es el paso de las vacaciones, en que los niños están relativamente aislados y al aire libre, al inicio de las clases, en que pasarán seis horas al día o más todos juntos en una habitación.

Y cuando viene el mal tiempo, otra vuelta de tuerca: las ventanas de las aulas cerradas por el “fresco”, los recreos cancelados por la lluvia, los niños jugando unos en casa de otros en vez de salir al parque.

Es inevitable que los primeros años de la escuela, sobre todo el primero, sean un torbellino de mocos, tos, fiebre y alguna diarrea.

Si un niño viviese aislado en el campo hasta empezar la universidad, también pescaría todo en ese primer año.

Ahora bien, cuanto mayor es el niño, mejor puede soportar las enfermedades.

Si no es absolutamente imprescindible, convendría que los pequeños no fueran al maternal hasta los 24 meses, o al menos hasta los 12.

Con los segundos o terceros hijos, el cambio no siempre es tan radical. Sus hermanos más grandes se encargan de traerles los virus a casa, y antes de ir al pre-escolar pueden disfrutar de un sustancioso adelanto de lo que vendrá después.

¿Se pueden evitar todos estos virus? . Por desgracia, no. La única medida eficaz, como se ha señalado, es retrasar la entrada a la sala cuna… y aun eso no impide las infecciones, sólo las retrasa hasta que nuestro hijo es un poco más grande.

Hubo un tiempo en que la mitad de los pequeños recibían molestos pinchazos periódicos de gammaglobulina (popularmente conocida como «defensas»). Por suerte, parece que ya han pasado de moda, ya que no sirven de mucho.

Contrariamente a lo que piensan muchas madres, los niños que se resfrían constantemente no están bajos de defensas, sino altos: el cuerpo responde a los microbios fabricando más anticuerpos (gammaglobulina). El Sida es un buen ejemplo de lo que le ocurre a una persona cuando de verdad está baja de defensas; el resultado es bastante más grave que los moquitos de nuestros pequeños. Tampoco existen alimentos mágicos, y seguir los consejos de la publicidad para reforzar a nuestros hijos es perder tiempo y dinero.

¿Cuándo hay que llevarlo al médico?

El típico consejo de «vaya al médico al primer síntoma» suele resultar exagerado. Muchas enfermedades no despliegan todos sus síntomas hasta pasados unos días, y los médicos, sobre todo los que no tenemos bola de cristal, difícilmente vamos a saber de qué se trata. La simple presencia de tos y mocos, sin fiebre, en general no es motivo para ir al médico, a no ser que el niño tenga también dificultad para respirar o una respiración muy rápida (más de 50 respiraciones por minuto). Aunque siempre hay que mantener al pediatra al tanto de la evolución del cuadro.

La fiebre tampoco es motivo para correr (salvo en menores de un año, a los que siempre hay que llevar al médico). Si no hay otro síntoma y el pequeño no parece estar grave, es mejor dar acetaminofén y esperar al día siguiente. Y si hay otros síntomas claros y es evidente de dónde viene la fiebre (resfrío, diarrea leve, varicela…), muchas veces tampoco es preciso acudir al médico. Basta con telefonearle. Sí hay que ir cuando el niño, además de tener fiebre, parece sentirse realmente mal.

A muchos la misma fiebre, aunque sea por un virus sin importancia, los deja muy flojitos, y parece que tuvieran algo grave. Pero si se les da acetaminofén, al cabo de una hora están gritando y jugando.

El dato

Acudir al pediatra

Cuando un niño tiene algo serio de verdad (como una pulmonía o una meningitis), aunque le baje la fiebre seguirá teniendo muy mala cara.

Por eso muchas veces en las urgencias médicas el pediatra le da al pequeño un antitérmico o medicamento para bajar la fiebre y espera una hora para volverlo a revisar. Es importante que si le quedan dudas llame al pediatra del niño por teléfono y aclare cualquier duda en el manejo del mismo.

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