Aprendamos de los tropezones

Aprendamos de los tropezones

En estos momentos la prioridad debe ser brindar toda la protección necesaria a los damnificados a causa de los torrenciales aguaceros y las ventiscas de estos días.

Hay pérdidas sensibles de vidas humanas y propiedades y el Estado está obligado a tender su mano para mitigar de alguna manera estos perjuicios.

El territorio nacional ha sido azotado por dos perturbaciones atmosféricas que sumaron sus fuerzas y efectos, arrojando lluvia y viento con todas sus consecuencias.

Una de estas perturbaciones, la tormenta Noel, que se formó ante nuestras narices en las proximidades de Haití, sorprendió a las autoridades de este país, que aparentemente solo estaban atentas a la depresión que empezó a arrojar lluvias en el fin de semana.

Los tropezones nos indican que hemos madurado poco en materia de modalidades de prevención más profundas que las alertas multicolores dispuestas según el grado de  inminencia de azote de cualquier perturbación.

El Estado, durante varias de sus administraciones, ha estado aplazando programas que permitirían trasladar a lugares seguros a miles de familias asentadas en zonas potencialmente peligrosos.

También hemos fallado en ser rigurosos en el control de la promoción publicitaria e identificación de establecimientos por medio de vallas metálicas enormes, que siempre representan un grave peligro en época de huracanes.

II

Algunas zonas geográficas tienen una especie de sello de percance, pues en cada temporada ciclónica resultan afectadas por inundaciones y deslizamientos de tierra.

Sin embargo, no hemos sido lo suficientemente previsores como para adoptar las medidas necesarias que librarían a miles de familias de los riesgos asociados a inundaciones.

Es probable que la magnitud de algunas averías en servicios como energía eléctrica y comunicaciones alámbricas haya dificultado el restablecimiento de estos servicios, pero innegablemente tenemos que mejorar nuestra capacidad de respuesta ante estos percances.

En materia de comunicaciones terrestres es probable que se haya pasado por alto la vulnerabilidad de algunos puentes, que han colapsado en otras ocasiones y han sido levantados nuevamente en los mismos lugares, sin adicionar obras que protejan sus columnas y soportes de la erosión de las crecientes.

Ciertas entidades, como el Ayuntamiento del Distrito Nacional, han dado muestras reconocibles de agilidad y adecuada planificación para enfrentar contingencias como las ocasionadas por las perturbaciones atmosféricas de estos días.

Los organismos de socorro han tenido una respuesta oportuna en materia de asistencia a familias damnificadas, pero de parte de los gobiernos, en sentido general, ha habido falta de planificación en el sentido de prevenir tragedias en zonas de inminente peligro, como son los asentamientos humanos en laderas de montañas y orillas de ríos, arroyos y cañadas.

En fin, cada perturbación atmosférica que azota nuestro territorio deja lecciones que los planificadores del Estado deben aprender para evitar la repetición de daños.

Nuestros organismos de socorro sacan buena nota en asistencia a posteriori, pero “nos quemamos” en  prevención.

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