Unión, unidad, armonía, prosperidad, salud, paz, bienestar, son parte de los deseos que muchos expresan a otros para este comienzo de año. Y que algunos líderes le desean al pueblo dominicano. Y hasta hay quienes han manifestado que brille la luz y la esperanza.
La única luz que puede brillar en el corazón se llama la de Jesucristo. Lo único que como dice la palabra de Dios resplandece sobre la tiniebla se llama el Señor Jesús.
Para que exista de verdad unión y unidad, empezando por el liderazgo nacional, y después entre el propio pueblo dominicano, y alcanzar las metas comunes, es necesario matar las enemistades. Muchas desavenencias, discrepancias, contiendas, conflictos, odios, homicidios, celos, venganza, codicia, surgen del corazón. Y eso crea enemistad con Dios y entre los hombres.
Es el pecado el que crea separación entre el hombre y Dios. (Isaías 59:2). Y crea también división entre los hombres. Pero afortunadamente, por medio del sacrificio de Jesús, por medio de la fe, podemos derribar ese muro que crea separación con Dios y entre los hombres. Y podemos perdonar y derribar la división y la enemistad. Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. (Colosenses 1:20).
Aparte de las infraestructuras físicas escolares y los aumentos de créditos al sector productivo, necesitamos atender también el alimento espiritual. Necesitamos fomentar los valores. Hay que seguir la mansedumbre de Jesús, como dijera el primer mandatario de la nación en su mensaje navideño. Y esa no es una tarea fácil. 1 Corintios 1:10 nos dice: Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.
Cuando estuve en Corea del Sur, me llamó mucho la atención que los coreanos gustan vestir del mismo color, generalmente oscuro o de negro. Los vehículos tienden a ser del mismo color, negro o blanco. Tratan de mantener la unidad cultural. Si entran a un supermercado, prefieren los productos coreanos, no los importados. Procuran apoyar a sus productores.
Los dominicanos o caribeños somos al revés. En lugar de apoyarse, el uno le tira al otro. Por eso, hay que aprender de la hormiga y ver cómo trabajan, con cuánta unidad, con cuánta identidad. Con cuánta humildad. Ninguna busca lo suyo, ni busca méritos propios. Se gozan cuando una le pasa el alimento a la otra. Nadie se queda con lo ajeno. Ni muestran codicia ni avaricia. Trata de repartir y dar a los demás. Es feliz con lo que tiene y con lo que sirve y produce.
Hay quienes pertenecen a una institución y actúan engañándose uno al otro. Y militan en un partido, y se dividen si no hay humildad en los corazones. Aunque estamos en el mismo territorio, pero la iniquidad abunda por doquier. Como dice la Biblia, observemos sus caminos y seamos sabios. (Proverbios 6:6).