MADRID, España.- Si una mujer, después de pasar horas bailando con un hombre a quien acaba de conocer en una sala de fiesta, y un tiempo después, luego de intensas caricias públicas, se va con ese desconocido al lugar donde él se aloja, y decide quitarse la ropa que lleva puesta, se baña, y conscientemente se pone una camiseta del extraño, ella tiene que pensar que está fomentando una situación que deja las puertas abiertas a cualquier eventualidad de tipo sexual, pues provoca aumentar los instintos carnales de un varón entusiasmado que busca relaciones íntimas.
En un escenario así, es ridículo que una mujer denuncie violación, sobre todo a sabiendas de que con la persona que estuvo es un personaje famoso y demasiado rico, quien incluso luego le dio alrededor de unos 400 000 dólares. Es simplemente una aprovechada, o como decimos los dominicanos, “una chapiadora”.
Esta dama, que sabía perfectamente que se iba a la cama con Cristiano Ronaldo, una especie de “gancho” para sacar provecho económico a través del chantaje y en nombre del movimiento “Me Too” espera, por esa calculada noche de amor, sacarle al futbolista unos cuantos millones.
Esta “tíguera”, después de 9 años de haber ocurrido esa noche, como dice aquella canción de “besos y ternuras”, espera sacarle millones al famoso deportista, alegando que sufrió daños sicológicos. Posiblemente, si fuera uno que vende frutas en la calle, nada pasaría.
Cristiano Ronaldo en ese entonces tenía unos 23 años de edad, millones de mujeres buscan como víctimas a famosos del deporte. Desde el bíblico Sansón, la debilidad masculina se observa, Dalila una “chapiadora” profesional, se aprovechó, del pobre Sansón y lo traicionó.
Los movimientos feministas no pueden apoyar a las busconas, pues le quita mérito a la esencia de las luchas por alcanzar reivindicaciones, entre ellas la protección, la sanción al acoso y abuso sexual. Hay que diferenciar una violación de una provocación explícita con aceptación para mantener relaciones íntimas con intenciones de chantajear.
No es lo mismo una mujer decente, digna, que no vende su cuerpo por dinero, incapaz de irse a un hotel con un desconocido, víctima de acoso y violación, a otras manipuladoras sexuales con comportamientos muy similares a las que ejercen la prostitución.
Las “chapiadoras” siempre han existido, pero en la actualidad, cuando el número de millonarios en el mundo ha crecido, los chantajes están a la orden del día.