A mediados de los 50, Ramón de Jesús Pons (Monchú), seminarista antitrujillista incansable, nos hablaba mucho de Nicodemo. Recientemente hablando telefónicamente con el apreciado amigo Martín Gómez también recordó a Nicodemo. Un hombre con el que Jesús entabló un diálogo interesante. Nótese que Nicodemo, hombre sumamente importante, aprovechó la oscuridad para verlo.
Dice Juan 2:23-3:21: Había un hombre de los fariseos, que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Ese vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí. Sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; Y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes el sonido; más no sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del espíritu.
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puedo hacer esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testimoniamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿Cómo creeréis si os dijere las celestiales?
Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que cree en él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y esta es la condenación: Que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Más el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Feliz Navidad.