Aproximaciones a Freddy Gatón Arce

Aproximaciones a Freddy Gatón Arce

Freddy Gatón Arce fue un escritor comprometido con su quehacer literario a lo largo de medio siglo de actividad, desde la publicación de “Vlía”, en 1944, hasta su deceso en 1994. Incluso en etapas de silencio, cuando se dedicó al periodismo con la fiereza y la integridad que le caracterizaran, la poesía fue para él nutriente indispensable, un río subterráneo que irrigaba su imaginación y lo mantenía actualizado de cuanto se escribía aquí y en el resto del mundo.

En 1980, luego de un prolongado retiro, volvió Freddy a lo que había sido su razón de ser desde muy joven: la poesía, para ya no abandonarla más sino el día de su propio final, cuando un infarto lo fulminó, privándonos súbitamente de su compañía. Nunca antes en la literatura dominicana un poeta había sido tan prolífico en un período tan breve, aunque él mismo fuese consciente del riesgo que corría de repetirse y deslucir su vigorosa obra precedente. Estaba poseído de una febril creatividad ante lo que él sentía como la aproximación de su partida final, la cual tardó casi tres lustros en llegar. En ese lapso publicó quince nuevos títulos, a veces dos en un mismo año, además de varios poemas sueltos que salieron en el suplemento “Isla Abierta” en los meses de junio y julio de 1992.

Freddy fue el “enfant terrible” de la Poesía Sorprendida y uno de los fundadores de ese movimiento, el cual integró voces de tres generaciones. El veinteañero Gatón Arce, bajo el influjo del surrealismo, publicó su poema “Vlía” en el año del Centenario de la República –cuando el furor nacionalista de la dictadura alcanzaba su cenit–, siendo el primer texto de escritura automática nacional y continental, un poema maldito que bucea en los pozos del subconsciente. Pero esa obra de Freddy, única en su género por el propio carácter aleatorio del texto, tiene una resonancia particular casi siete decenios después.

A pesar de su coherencia conceptual y su continuidad formal, en la que no hay rupturas sino un desarrollo sostenido que alcanza nuevas cotas de perfección en cada estadio, la obra de Freddy presenta momentos claramente diferenciables a lo largo de su trayectoria. A la primera fase, de carácter surrealista y experimental, dominada por la escritura automática y la espontaneidad verbal, sigue otra de gran serenidad lírica, un conjunto de poemas que aparecerá en “Retiro hacia la Luz (1944-1979)”, ese sugerente título que reúne elementos divinos y humanos, materiales e intangibles.

Esa mesura expresiva, esa musicalidad que emana de las entrañas de su poesía, sirvió a nuestro autor para estructurar los poemas de su segunda fase creadora, la cual se extiende desde fines de los cuarenta hasta principios de los sesenta. Entonces Freddy escribió textos que perdurarían como prueba de un oficio que ejerció a conciencia, con el lenguaje como centro de su preocupación estética, la justa medida y el vocablo exacto convertidos en realidad textual, más allá de toda aventura formal.

Su lectura de la “Biblia” –libro de cabecera al igual que el diccionario–, dejó en su poesía huellas indelebles que podemos identificar en algunos de sus mejores textos, en los que se constata el ritmo pausado, el tono solemne, la intensidad, las reiteraciones propias de la oración. Pero no lo hacía con intención de abonar el terreno de la ortodoxia religiosa y la fe convencional del creyente sin criterio, sino para exponer sus dudas e interrogantes, para protestar o reclamar al Creador por las imperfecciones de su obra, en un ansia de justicia inextinguible.

Esa inagotable búsqueda metafísica, ese anhelo permanente de redención, permiten al poeta formular una serie de antinomias ontológicas, sus ya estudiadas oposiciones entre lo finito y lo infinito, ser y conciencia, tiempo y espacio, sociedad y relaciones de poder. El mundo de los humildes sería, en esa nueva fase de principios de los años sesenta, la inagotable fuente a la que acudió una y otra vez en busca de elementos para estructurar un universo de incalculable belleza cimentado en la palabra.

En las décadas de 1960 y 1970 publicó Freddy algunos de sus textos capitales que reafirmaban las directrices temáticas del poeta: su identificación con los humildes, los explotados, los desconocidos, solitarios y olvidados pobladores de esta tierra (“Además, son”); su indignación ante la patria lacerada por una guerra civil (“Poblana”); la desmitificación de la imagen del campesino, tradicionalmente visto como embaucador, haragán y apático (“Magino Quezada”); las condiciones de vida de aquella gente desheredada, víctima del despojo (“Trece veces el Sur”). Freddy legó a la posteridad una galería de retratos y personajes representativos de nuestro pueblo, extraídos de sus andanzas y vivencias por los más apartados rincones del país que conoció y amó (Magino Quezada, Estela Fuentes, Bernardina Recarez, entre otros).

 El último tramo de vida lo pasó Freddy entregado en cuerpo y alma a su obra poética. Se iniciaba la década de 1980, justo cuando cumplió sesenta años, y venía ya de regreso de todos los aprendizajes, experiencias y desengaños.

 La salida de “Son guerras y amores” en 1980 fue un momento de renovación integral para Freddy. En esta obra emergen de nuevo los enigmas de la poesía, las claves de la vida y la muerte, la preocupación por los humildes, el descubrimiento e invención de la aldea, su esplendor y decadencia, el éxodo de campesinos. Un sustrato épico sostiene la crónica de lo nacional a través de la aldea, proyectándose hasta alcanzar dimensiones universales.

Freddy fue, en cierto modo, un poeta trashumante. Nació en San Pedro de Macorís, vivió diez años en Pimentel, y luego diez años en Santiago de los Caballeros, hasta que en 1938 se radicó en la capital de la República. Había dejado su corazón sembrado en los pueblos y a ellos retornó una y otra vez, en busca de motivos y personajes que pudiera poetizar. El libro “Y con auer tanto tiempo” (1981) recoge la historia de la región este del país. En “El poniente” (1982) retorna a la Historia, el amor, la muerte, lo religioso, el país. Este libro toma la zona noroeste del país (La Línea) como punto de partida para elaborar una crónica subjetiva y poner en movimiento a un heterogéneo conjunto de seres humanos y acontecimientos.

En 1983, nuestro poeta incluyó en “Cantos comunes” un documento único que recoge la génesis de su vocación de escritor, sus primeros pasos en el mundo literario dominicano, su participación en la fundación de la Poesía Sorprendida, las fuentes que nutren su poesía y su estilo de trabajo, hasta desembocar en las etapas que había atravesado su obra en cuarenta años de trabajo. En lo que respecta al aporte poético, dejaba atrás la crónica, la historia y la geografía insulares para tomar el camino del intimismo y la subjetividad metafísica, a través de un viaje al interior de sí mismo, sin olvidar ni un instante su sempiterna obsesión por los humildes.

Freddy partió hacia la eternidad el 22 de julio de 1994. Hoy vive en la admiración y el recuerdo de todos nosotros, y vivirá siempre en la poesía que escribió.

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