Aproximaciones al corazón

Aproximaciones al corazón

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Escucharle. No parece haber un símbolo más identificado con la Medicina que el estetoscopio, imperecedera herramienta aparecida hace casi dos siglos. Capaz de facilitar diagnósticos más allá de la tecnología, el estetoscopio continúa siendo un importante mediador de la relación médico-paciente. Laennec, su inventor, simboliza el instrumento mismo, el significado y la motivación de su creación: el contacto con el humano que, a través del oído, habla y cuenta sus males en la voz del corazón.
Laennec nace en la Francia occidental un febrero de 1781 justo cuando se sacudía la concepción universal de las relaciones sociales: la Revolución Francesa y el despertar de una Europa que no se conformaba con Bonaparte pintaban un porvenir que parecía adelantársele a la progresista Filadelfia de 1776. Aunque murió a temprana edad, Laennec, al igual que los artistas de la época vivió días de intensidad casi febril. Inició estudios a los 15 años, fue un consumado flautista y apasionado poeta (escribía bajo el seudónimo de Cenneal, su apellido escrito al revés), y, al igual que su colega londinense John Keats, mostró una alta sensibilidad tanto profesional como literaria. Vivió los horrores de la época incluyendo la guillotina, inventada por un médico cuando él era casi un adolescente, hecho que impactó su percepción del castigo al observar los comunes ajusticiamientos desde la ventana de su hogar.
Mientras vivía en París, la tuberculosis hacía estragos; Laennec la estudió y posteriormente publicó importantes textos sobre ella. Recuérdese que víctimas de la tisis enfermaron Jane Austen, Marie Dupelessis (la Dama de las Camelias), Keats, Lord Byron, Emily Brönte y sus cuatro hermanas, Dostoievski, Chopin, Paganini, Robert Luis Stevenson, Gauguin, Kafka, Albert Camus, Stravinsky, Thomas Mann y por supuesto, el mismo Laennec.
Laennec cuenta el origen del descubrimiento del estetoscopio de la siguiente forma: Al atender a una mujer cuya contextura física le impedía auscultar el pecho, recordó un juego de niños; enrolló una hoja de papel en forma de cilindro aplicándola al tórax de la enferma y contra su oído de forma tal que logró escuchar el corazón con agudísima claridad. Lo explicó en el libro De l’auscultation médiate publicado en 1819: “En 1816 fui consultado por una joven que se quejaba de síntomas de índole cardíaca… su edad y su sexo no permitieron acercar mi oído a su pecho”.
Dos siglos después el estetoscopio continúa diciéndonos cosas y provocando dudas, unas filosóficas y otras más triviales. Al interponer entre médico y paciente un objeto que los acerca y a la vez les separa, se ha transformado en avance tecnológico imprescindible y obstáculo mediador deshumanizador del contacto. Jorge Dietsch entiende que de alguna forma el estetoscopio se vale de la duda cartesiana en la que “ego cogito, ergo sum”, pienso, luego soy (o existo), divide al mundo en la “res cogitans” (la cosa pensante) y la “res extensa” (el resto del mundo). Así, el instrumento propone una aproximación fragmentada a la realidad que tal como la Medicina moderna, separa al Ser y su contexto anatómico del ente social, cultural e histórico, sentencia Dietsch.
Escuchar, auscultar el corazón, literal y simbólicamente, es indudablemente el deber de todo especialista cardiovascular; se le enseña desde los primeros años de la facultad y se le aplican exámenes para probar sus habilidades auscultatorias. De hecho, los diferentes ruidos cardíacos poseen descripciones onomatopéyicas con el propósito de que los galenos les reconozcan más fácilmente y los comuniquen efectivamente: Hay “chasquidos de apertura”, “ruidos de galope” y “soplos en grito de gaviota” en la jerga de cualquier hospital. Habría que preguntarse si las habilidades de los cardiólogos y la tecnología que utilizan son tan efectivas en auscultar el corazón como en lograr el propósito final de tales maniobras: escuchar al sujeto mismo.

Nombrarle. “ Cor, cuore, heart…” ¿Cómo se dice corazón? Más de la mitad de la población mundial emplea la palabra corazón, o una derivada, en múltiples idiomas a fin de identificar dicho órgano. A los expertos en lingüística y a los filólogos no les resultaría difícil explicar por qué la palabra corazón tiene la misma procedencia en el castellano que en el holandés; en el italiano que en el suizo, o en el portugués que en el alemán. Lo complejo sería, sin embargo, comprender cómo el carácter de los ideogramas y fonemas chinos revela una connotación espiritual del corazón similar a las raíces indoeuropeas del ario y del sánscrito, idiomas que no guardan cercanía alguna con aquel.
Al parecer, “hrid”, en sánscrito, designaba al corazón; y su variante griega krid, posteriormente kirdía, evolucionó a la acepción latina cor. El latín vulgar, padre de las lenguas romances, diseminó la raíz cor tras asignarla a todo lo referente al corazón: coeur en francés, coração en portugués, crudize en letón y cuore en italiano. En las lenguas arias, por su parte, a pesar de poseer un origen distinto hrid se asemeja al alemán herz, al anglo heart, al hjerte danés y al holandés hart.
Los médicos Hernán Baeza y Javier Botella de Maglia, en sendos ensayos sobre la etimología de la palabra corazón observan que hrid se traduce también en “el saltador, como un ciervo que salta…”, y el corazón evidentemente es el único órgano corporal capaz de dar brincos. Botella de Maglia anota además que el rumano es la única lengua hija del latín que utiliza un término diferente para referirse a él: inima, proveniente de ánima en clara evocación a la histórica relación corazón-alma.
Según el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, la palabra corazón aparece hacia 1140 en el Cantar del mío Cid, primera obra poética de la literatura española escrita en una lengua romance. En el verso 2032 El Cid le pide merced y amor al rey Alfonso VI quien responde: “Esto fer’e d’alma e de coraçón; aquí vos perdono e dovos mi amor en todo mio rreino parte desde oy”. Corazón, de acuerdo con la misma fuente, “sería primitivamente un aumentativo que aludía al gran corazón del hombre valiente y de la mujer amante”. Corazón, qúracún, fue también usado en la misma época por un poeta anónimo en lengua mozárabe, el antiguo castellano influenciado por el árabe que se hablaba en la península ibérica durante el Medioevo.
En el castellano contemporáneo encontramos numerosos ejemplos ilustrativos de cómo el significado del corazón logró incluso permear la comunicación oral y escrita del hombre común: cordial, concordancia, rencor, coraje, acuerdo, recordar, cordura, discordia, y cortejo son palabras que llevan implícitas una emoción o sentimiento particular definitorio de la conducta del sujeto. Trátese éste del afecto cordial, del acuerdo que resulta de la concordancia de ideas, la valentía del coraje, el odio del rencor, el regreso a la profundidad del pensamiento depositado en un recuerdo, la sensatez de la cordura, la separación de la discordia, la galantería de un cortejo o la compasión de la misericordia.
El destacado médico Domingo Liotta, pionero de la cirugía de corazón artificial junto a DeBakey, afirma que el estudio de los ideogramas chinos revela una fuerte connotación espiritual en lo referente al corazón similar a idiomas tan dispares como las lenguas arias y el sánscrito. Da como ejemplo el que en chino los fonemas nacer y morir estén representados por un brote de bambú junto con el jeroglífico del corazón en evidente alusión al ciclo de las estaciones, el ciclo existencial.
En su libro Amazing Adventures of a Heart Surgeon Liotta acota que las observaciones de la naturaleza están conformadas en las raíces del desarrollo del lenguaje expresivo del hombre tal como simboliza la concepción del ciervo saltador. Establece que aun siendo las lenguas arias y chinas filológicamente extrañas unas de otras, ambas “han presentado en los estudios de los fonemas de la palabra corazón un testimonio conmovedor: La unidad espiritual de la humanidad” en la que el noble órgano está en el centro.

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