Los franceses tendrán que trabajar y cotizar más, jubilarse más tarde y perder privilegios para evitar el colapso de su sistema de pensiones.
Ayer el Senado francés ha dado su aprobación definitiva a la reforma de las pensiones, que elevará la edad mínima legal de jubilación de los 60 a los 62 años y de los 65 a los 67 la edad para percibir la pensión completa, y todavía tendrá que someterse hoy al voto de la Asamblea Nacional, donde el partido del Gobierno goza de una mayoría todavía más amplia que en la cámara alta.