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FIDELIO DESPRADEL
En mis pasados artículos, abusé de la paciencia de mis lectores y lectoras, machacando la idea de que, en los «años de la luz» (1959-65), la República Dominicana tenía otro destino posible; que lo mejor de las generaciones políticas de aquellos «instantes» estelares lo dieron todo para que así fuera…

Que los restos del Bloque de Poder existente en los finales de la tiranía trujillista, en extremo atrasados, aliados y apoyados por el poder extranjero, decidieron, por la fuerza, que otro fuera el destino de la Republica Dominicana; y que, desde los luctuosos episodios del 25 de septiembre de 1963, del 28 de abril de 1965 y del 16 de julio de 1966 (inicio de «los 12 años»), el destino de todos los dominicanos y dominicanas, lo decidieron el gobierno de los Estados Unidos y las distintas versiones de los sectores hegemónicos y dominantes del Bloque de Poder, que ha reinado, y reina hoy, sin que nadie, hasta el día de hoy, haya tenido éxito en el impulso de una Alternativa Política, distinta y opuesta a la que estos sectores nos han impuesto, sustentada en una nueva correlación de fuerzas y una nueva alianza social, donde los productores nacionales, avancen junto a las clases medias y a los distintos segmentos y clases del llamado Bloque Popular, hacia lo que podríamos llamar un «desarrollismo» económico, con una practica democrática y un horizonte continental.

Desarrollismo económico en el real sentido de la palabra: impulso de las fuerzas productivas auténticamente nacionales, tanto grandes, medianas como pequeñas, venciendo la resistencia, tanto de los actuales sectores hegemónicos del Bloque de Poder (sectores financiero, intermediario e industrial extranjerizante) como de un capital monopolista extranjero, que se opone y aborrece todo atisbo de desarrollo nacional.

Con una practica democrática, porque sin la participación activa de los sectores populares y las clases medias, no es posible cambiar la actual correlación de fuerzas, y por tanto, ni siquiera soñar con doblarle el brazo a la coyunda entre esos sectores hegemónicos del Bloque de Poder a que hemos hecho referencia, con el capital monopolista internacional.

 Y continental, porque ese desarrollismo no puede proponerse romper la coyunda que domina todas nuestras naciones, si no se piensa como parte de una corriente continental, de pueblos, clases medias y productores nacionales y de gobiernos, que repiensen y reprogramen el desarrollo de nuestro continente, en base a grandes consorcios estatales y privados de las industrias estratégicas; si no se piensa como un continente Soberano en el plano alimentario, a través de una Revolución Agraria que ponga en primer plano los avances tecnológicos con la redistribución de la tierra y el apoyo financiero estatal y privado; si no se piensa como un continente con corrientes militares democráticas y nacionalistas, con muchos Fernández Domínguez, Caamaño, Lora Fernández; si no se piensa con una CNN latinoamericana, que frene de raíz la estrategia de dominación ideológico-cultural del imperio; con una potenciación de los centenares de millares de productores medios y pequeños, que son los principales generadores de empleos productivos en nuestras Naciones.

Y con un Estado fuerte, centrado en el Desarrollo Nacional y la Soberania, y los servicios de salud y educación, mandando al zafacón las podridas instituciones que conforman hoy el Estado que nos han impuesto desde 1966, con su congreso, justicia, escuelas, universidades, jerarquía eclesial, «concertadores», comunicadores: ¡todos al servicio de la consolidación y reproducción de un modelo que amenaza con destruir definitivamente las bases sobre la que se sustenta la Soberanía de la Nación y del Pueblo.

Para avanzar en esta dirección, que muchos la llaman de desarrollismo democrático continental, se necesita de una nueva generación política, que arroje al zafacón del olvido a la actual generación política, cómplice y beneficiaria del actual modelo; se necesita avanzar hacia la conformación de un Bloque Social Alternativo, donde los productores nacionales, las clases medias y los sectores populares encuentren los nexos que le permitan unirse, para ¡Cambiar el Rumbo del País! y ¡Salvar la Nación!, y se necesita que se sigan fortaleciendo los procesos en marcha en América Latina, que como el encabezado por el Presidente Chavez en Venezuela, y Lula en Brasil, se debaten hoy entre la profundización de las medidas progresistas y Soberanía, apoyados por sus respectivos pueblos, o el estancamiento y la destrucción, por la acción de los sectores tradicionales de los respectivos bloques de poder y los restos de la clase política, enquistados con fuerza en los aparatos estatales, a todos los niveles, «jalando» hacia atrás los procesos, enturbiando los caminos posibles, enriqueciéndose a costa del gobierno y brindándole un invaluable servicio a los monopolios internacionales y a los «dueños» de sus respectivos países.

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