SAN PEDRO DE MACORIS.- Había una vez en esta Sultana del Este, un señor, fotógrafo profesional, que ya entrado en años le cogió con inventar una bebida criolla que hiciera las delicias del paladar macorisano.
De apellido Grassal, tenía su pequeña barra en la Sánchez esquina Mella y al mabi por él creado le puso el nombre de jugo de la India. El propietario del invento, que tenía un carácter nada fácil, se enojaba cuando algún parroquiano le pedía un mabi. El le paraba el coche y respondía con autoridad: Usted querrá decir un jugo de la India…
Otro más amistoso, cordial y menos exigente que el anterior, fue el recordado Chichí Ochoa, con su negocito en la Anacaona Moscoso esquina Sánchez y su radio Telefunquen donde se sintonizaba la pelota cubana.
Allí nos servía Chichí su famoso mabico que acompañado de un pancuco resolvía la cena de los pobres bolsillos de la juventud de la época.
Muchos de aquellos clientes asistimos a la Academia de Doña Marcela, muy cercana, donde impartían sus clases los magníficos profesores Ventura Díaz, Apin Simón y Hermógenes Eleazar. En ella estudiaron, entre otros, Hayde Salazar y la inolvidable Magaly Morún Acta.
Marcelito el Dulce, fue otro de los personajes de aquella lejana época. Su pequeño negocio de comida en el barrio de la Arena, donde con simpatía y laboriosidad servía un caldo por quince cheles, que levantaba el ánimo de los trasnochados clientes. Marcelito se trasladó luego a la Julia Molina, hoy Independencia, donde en un Reservado tomaron sus primeros tragos muchos iniciados.
Termino esta ronda con los mabiceros, citando a los Rodríguez Stal y su también mabí Caballo Blanco que vendía en su tarantín de la Julia Molina. De todo lo contado saben mucho los amigos que aún nos quedan, entre otros, el gran Kilbón Salcedo.
Nacer caballero es un accidente; morir siéndolo, un logro.