Apuntes de Bolsillo

Apuntes de Bolsillo

JOSÉ M. RODRÍGUEZ HERRERA
RODRIGO DIAZ DE VIVAR, llamado el Cid Campeador. Caballero Castellano, prototipo de las virtudes de la raza, nació en Burgos o en Vivar (1043?) y murió en Valencia en 1099. Fue su padre, Diego Laynez, destacado guerrero, y soldado fue también Rodrigo, como todos los caballeros de su tiempo. Armado por el infante Sancho, con el que se había criado, cuando contaba diecisiete años tomó parte en las luchas de los reinados de Fernando I y Sancho II.

Al lado de éste figuró en las guerras de Navarra, donde conquistó el título de Campeador en combates singular con un caballero navarro, y asistió al cerco de Zamora, ante cuyas murallas murió asesinado el rey.

 Fue uno de los doce caballeros ante los cuales hubo de jurar Alfonso VI, en Santa Gadea, de Burgos, según la tradición, no haber tenido participación en la muerte de su hermano, de donde parece haber nacido la prevención que siempre le tuvo el monarca; no obstante, procuró atraérsele, casándole con Jimena Díaz, prima del rey, que era hija del Conde de Oviedo (1074). Por causas no bien conocidas, cayó el Cid en desgracia, y el rey le desterró, tomando como pretexto las calumnias de sus enemigos, que le acusaban de haber retenido para sí parte de los regalos y botín traídos de Sevilla, de cuyo rey moro había ido, por orden real, a percibir el tributo como vasallo que era de Castilla.

 El Cid, sin patria, se puso al servicio del rey Moro en Zaragoza; fue entonces cuando recibió el sobrenombre de Sidi, el Señor, que le dieron los moros y que los cristianos convirtieron el Cid o Mío Cid. El rey de Zaragoza le envió para ayudar al de Valencia, que se obligó a pagarle tributo y alojarlo en la ciudad; ausente de Cid estalló una sublevación republicana, que destronó y dio muerte al rey.

Rodrigo se apoderó de la ciudad después de un cerco de nueve meses, realizando así una alta empresa, pues las venció por dos veces en campo abierto.

Vivió en Valencia como soberano, aunque reconociendo siempre a Alfonso VI como señor, según lo acreditó repetidamente, enviándole presentes y la parte correspondiente al rey en el botín cogido y acudiendo por dos veces en su auxilio. Tan caballerosa conducta le devolvió el afecto del rey.

Después de su muerte, su esposa doña Jimena aspiró a mantenerse en Valencia, pero, falta de asistencia por parte de Alfonso VI y rodeada de enemigos, se vió obligada a evacuar la ciudad (1102).

 Fue el terror de la marisma, espejo de caballeros, noble vengador de agravios, y valiente hasta la temeridad, leal sin dobleces, cristiano, franco y decidido defensor de la justicia. Tal es, en líneas generales, expuesta, la personalidad histórica del Cid, restablecida por Ramón Menéndez Pidal, eminente crítico e historiador, en su magnífica obra LA ESPAÑA DEL CID.

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