Apuntes de bolsillo

<p>Apuntes de bolsillo</p>

 JOSÉ M. RODRÍGUEZ HERRERA
París, para algunos, es la capital de los Derechos del Hombre, para otros, de los grandes monumentos: ¿quién no ha oído hablar de la Torre Eiffel?, otros piensan en las magníficas colecciones del Louvre o de Orsay, aunque algunos prefieran las salas alternativas del Barrio Latino, de carácter más “personal”, la bohemia de Montmartre o Montparnasse. Habrá a quien le vengan a la cabeza los restaurantes famosos, las tiendas prestigiosas de la rue Royale, o incluso las lentejuelas de las revistas del “París Alegre”.

Todo eso es auténtico; todo eso existe; todo eso es París y más: diversas, múltiples, sorprendente, insólita, popular, aristocrática, tornasolada como la luz de la Isla de Francia. Una ciudad de leyenda que recrea y amplía sin interrupción su decorado: una ópera, una biblioteca, el parque de la Villette, el Instituto du Monde Arabe, el Gran Arco de la Defense, etcétera. Los barrios antiguos se remozan, otros parecen surgir de las profundidades de la tierra, otros renacen de sus cenizas y la vida nocturna se desplaza para explorar nuevos terrenos, dejados hasta el momento como en barbecho. Pegado al nuevo París vive el París tradicional, el de los barrios, que se asemejan a pueblos con su propia iglesia, su calle principal, su mercado, sus cafés…

Hay tantos “parises” por descubrir que se podrían llenar miles y miles de páginas.

Por la noche, edificios solariegos ven cómo los reflectores de los barcos del río -el Sena es París, su origen y su alma- despiertan sus majestuosas fachadas.

Iluminados, los elementos decorativos de algunos puentes y monumentos se ofrecen a nuestros ojos sin tapujos: es la Ciudad de la Luz.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas