En LA IGLESUELA DEL CID, pequeña población a unos 113 kms. de Teruel (España) todo lleva el nombre del Cid. Aquí – dicen – preparó la conquista de Valencia (hecho que reclaman asimismo los de Lucena del Cid). Según la leyenda, éste levantó una fortaleza en lo que hoy es iglesia del Cid, a dos ki1ómetros de la villa que alberga una imagen románica de ese nombre (antes Virgen del Alba). Las fiestas patronales, dedicadas a ella, cuentan con romería y, por supuesto, con Moros y Cristianos, así como danzas de pastores y gitanas.

Otra leyenda curiosa es la de que aquí Santiago, para ayudar a los cristianos durante una batalla que iban perdiendo, “bajó galopando sobre su caballo blanco desde la cercana Peña del Morrón. Desde el punto de vista histórico, La Iglesuela, que es el último pueblo de Teruel antes de entrar en Castellón, tiene su origen en la carta de población concedida al Riu de les Truites por don Blasco de Alagón, en el año 1239. A pesar de las leyendas, nunca llegó a pertenecer al Cid. Fue, eso sí, importante población fortificada con cuatro puertas (de las que sólo se conserva “la de San Pablo) y numerosos monumentos; se hizo famosa en los dos últimos siglos por su industria textil, principalmente de mantas y paños.

La población está a más de 1000 metros de altitud, lo que hace que en los inviernos quede a veces aislada por la nieve. Pertenece a la comarca del Maestrazgo, que fue templario, y, más tarde, duramente castigada por las guerras carlistas. A 25 kilómetros se encuentra otro pequeño y monumental pueblo de aspecto medieval: Mirambel, merecedor del premio Europa Nostra. Fue también enclave templario, y residió en él el general carlista Cabrera, conocido como El Tigre del Maestrazgo por su crueldad. Entrar en ella por el portal de las Monjas es como dar un salto de siglos en el tiempo.

Para las patronales, la gastronomía de Iglesuela destaca las pelotas de carnaval  (de carne), cabeza de cerdo, ternasco, embutidos, y de postre Elan de nueces y pasteles de alma (de calabaza o cabello de Ángel).