Apuntes de bolsillo

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SAMANÁ – EL LIMÓN. Después de un viaje de casi cuatro horas desde Santiago, que se hacen cortas por los bellos paisajes que se recorren, llegamos a Samaná, interesante península de la isla, bendecida por la naturaleza con su impresionante bahía.

Las obras del acueducto que actualmente se realizan, opaca un poco el panorama de la población, por la molesta polvareda que se levanta con cualquier brisita marina.

Llaman la atención por su belleza y estilo, las casas construidas frente a la bahía, de vivos y deferentes colores, unas de otras, que la polvareda no empaña sus encantos.

Cayo Levantado, una de las primeras excursiones que se ofrecen por solo RD$250, ida y vuelta, constituye una de las experiencias que nadie debe perderse; un gran barco de pasajeros, anclado entre el Cayo y tierra firme, daba con su imagen sobre el mar azul, una estampa casi idílica.

En la ciudad, muchos motoristas sin cascos y sin autoridad que lo exija, entran y salen del mercado libremente, dando un aspecto poco recomendable y, como nos dijo un nativo: “esto es un bien organizado desorden”.

Antes de ir a El Limón, desayunamos en la cafetería, de ambiente familiar de Mencho, Judith y Fara, en el mismo centro de Samaná.

El paseo a El Limón toma una media hora, quizás menos, en “voladoras” aparcadas en el territorio del mercado y su admirable trayecto entre verdes y bajas montañas encandila al más distraído pasajero.

A su paso por algunos caseríos, Papín, el conductor, nos da algunos detalles: “Este poblado se llama Juana Vicenta, es el lugar de toda la zona de Samaná donde la temperatura es más fresca, solo comparable con Jarabacoa y Constanza”.

Seguimos el rumbo y llegamos a Rancho Español, donde al parecer residieron años atrás ciudadanos de la Madre Patria.

Y El Limón, como final, donde lo más destacado es el Salto del Limón, bellísima cascada que solo pueden admirar las personas capaces de montar a caballo, en burro o a pie.

La gran caída de agua del Salto, a mí me lo contaron, pues a mis años no está uno para burros ni andanzas pedestres.

Todos aquellos parajes son como una postal.

¡Palabra!

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