Apuntes de bolsillo

<p>Apuntes de bolsillo</p>

JOSÉ M RODRIGUEZ HERRERA
A Covarrubias, con alrededor de mil habitantes y a 41 kilómetros de Burgos, muchos van a ver sus monumentos y otros a comer cordero, olla podrida, morcillas y el vino rachel (típico de la comarca).

Aunque el lugar ya estuvo habitado por pueblos primitivos y luego por los visigodos, la villa entró en la historia con el conde Fernán González, quien también mandó levantar el cercano monasterio de San Pedro de Arlanza. A los de Covarrubias se les llama “racheles”, pues con esta palabra -dice la leyenda- el conde piropeó a una joven de la localidad (Raquel, que en latín y castellano se escribía con ch, era la bella mujer del patriarca Jacob). A Fernán González también se debe el torreón medieval que es emblema de Covarrubias y que debió de ser con anterioridad una defensa de origen celta. Dramática es la historia de doña Urraca, hija del conde, quien fue emparedada en él por orden de su propio padre.

El torreón formaba parte de las murallas, que fueron derribadas en el XVI por iniciativa del médico de Felipe II Francisco Vallés, para así poder mejor “ventilar” la villa y evitar las pestes que castigaban la comarca (por eso pasó a la historia con el nombre de Divino Vallés).

A la entrada de la villa se encuentra el Archivo del Adelantamiento, un edificio del XVI que ostenta un magnífico escudo de Felipe II. En el recorrido por sus calles llaman la atención las casas con entramado de maderamen cruzado y relleno de adobe, como la casa de doña Sancha, que muestra en la fachada soportales con columnas de madera. Pero la joya de Covarrubias es su colegiata gótica, con su órgano, que todavía se utiliza, y su claustro. Fue levantada sobre un monasterio visigodo y en ella se encuentra la capilla de los Reyes, con el famoso tríptico de las Reyes Magos, de Gil de Siloé, y cuadros de pintores de la escuela flamenca, como Van Eick.

En la colegiata reposan los restos del conde Fernán González y su esposa doña Sancha, y en ella también ese encuentra el sepulcro de la princesa Cristina de Suecia.

Al otro lado del río se encuentra un rollo con argollas, donde se colgaban los miembros de los ejecutados, y una impresionante inscripción en latín: “Venid a mí, malhechores, que yo os pagaré vuestros méritos”.

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