Apuntes de bolsillo

Apuntes de bolsillo

JOSÉ M. RODRÍGUEZ HERRERA
Richard Wagner escogió inicialmente la ciudad de Munich, capital de Baviera y corte de Luis II, su principal mecenas, como sede de un nuevo teatro diseñado para la exclusiva representación de sus dramas musicales. Ante el rechazo a los sucesivos proyectos arquitectónicos presentados, el compositor alemán escogió finalmente la pequeña y provinciana villa de Bayreuth como sede de su teatro soñado. La construcción del edificio fue confiada a Otto Bruckwald, bajo la estricta supervisión del compositor, que puso la primera piedra de su Festspielhaus el 22 de mayo de 1872. El teatro se inauguró cuatro años más tarde.

En forma de anfiteatro clásico, su capacidad es de 1,900 localidades. La Bayrether Festspielhaus se distingue por el foso orquestal semicubierto, novedad que permite una fabulosa acústica, favorecida por la cercanía de los cantantes a las primeras filas de butacas, sin la barrera de la orquesta. Su andadura musical dio comienzo en 1876 con la primera representación de El anillo de los Nibelungos. El segundo festival tuvo lugar en 1882, con el estreno de Parsifal, obra compuesta expresamente para Bayreuth y que hasta 1914 sólo pudo ser representada allí al haberle concedido Wagner los derechos en exclusiva.

Muerto Wagner en 1883, la dirección del festival pasó a manos de su viuda, Cosima, que promovió montajes escénicamente muy conservadores. Tras el fallecimiento de ésta y el de su hijo Siegfried, en 1930, se hizo cargo de la dirección artística la nuera del compositor, Winifred.

Dadas sus simpatías con el nazismo, el régimen hitleriano hizo del festival su exponente cultural más relevante, convirtiéndolo en anual hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Los procesos de democratización y desnazificación prolongaron el cierre de Bayreuth desde 1945 hasta 1951, momento en que la dirección del festival fue confiada a Wieland y Wolfgan Wagner, nietos del compositor.

Con Wieland Wagner, fallecido en 1966, el Festival de Bayreuth vivió su etapa dorada, forjando su leyenda de máximo santuario de la interpretación wagneriana.

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