Apuntes de bolsillo

Apuntes de bolsillo

JOSÉ M. RODRÍGUEZ HERRERA
En el Consulado General de la República Dominicana en Madrid, doña Margot Michel de Alzaga, llenó una larga y fructífera etapa -haciendo el bien- en su calidad de vicecónsul, cargo que desempeñó desde 1975 hasta su retiro. Había llegado a la capital de España, poco después del ajusticiamiento de Trujillo, con su hija Aida Antonia, de unos meses, en brazos.

Con motivo de un episodio ocurrido en nuestra Embajada en España -innecesario citar-, escribí en mi columna el 6 de noviembre de 1980, lo que sigue: Las manifestaciones de solidaridad de nuestros compatriotas se han centrado, de forma unánime, en favor de la vicecónsul Margot Michel de Alzaga, competente, cumplidora y más que nada,generosa al máximo en la ayuda y protección que siempre ha sabido dispensar a quienes acuden a su despacho de Castellana 30 o a su casa de General Mola 122.

No importa la hora, el lugar o las circunstancias para hacerse presente; solícita; a la llamada de auxilio de cualquier dominicano. Cumple su deber sin reparar en ideologías políticas ni en condición social del necesitado, con una tendencia casi maternal hacia ese cada vez más numeroso grupo que dentro de la colonia componen las “infelices” del servicio doméstico, quienes idolatran a su vicecónsul “Doña Margot”.

La hemos visto haciendo colas a pleno sol, para llevar aliento y calor a un preso en la cárcel de Carabanchel. Por su personal gestión, subiendo y bajando escaleras por los juzgados, ese compatriota hoy está en la calle.

Con abnegada entrega y gran cúmulo de trabajo (el Consulado carece de personal auxiliar), desempeña el cargo desde 1975 con un sueldo mensual de RD$429 que se abona en pesos dominicanos (!). No sería por tanto aventurado afirmar que es la funcionaria peor remunerada de nuestro Servicio Exterior.

Esa fue, a grandes rasgos Doña Margot, una dominicana auténtica, cibaeña, que ejerció como tal, 40 años en España sin perder su gracioso acento. Hoy reposan sus cenizas, junto a las de su esposo Venancio, en el camposanto de su amado pueblo, Moca.

Deja en la orfandad a sus hijas María Concepción, Aida Antonia, sin olvidar a Dinorah y Teresa, a sus hermanas, llorando su ausencia, Aida viuda de la Maza, Octavia, Rosa viuda García Vázquez y Ana Estela.

Se nos fue Margot, dejándonos el aroma de su recuerdo, que nos perfuma el corazón.

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