JOSÉ M. RODRÍGUEZ HERRERA
Rupit, una pequeña población de Cataluña, cuyos habitantes no pasan de los quinientos, está a 102 kms de Barcelona, es Conjunto Histórico-Artístico y una de las villas mejor conservadas de Cataluña.

Mucha gente va allí después de haber visto las reproducciones del Pueblo Español en Barcelona. Pero el auténtico Rupit es mucho más impresionante. Pequeño, encantador y limpio, en medio de los campos que huelen a vaca y a hierba fresca, por la noche se iluminan sus monumentos más importantes. Las casas (de los siglos XVI al XVIII) se agrupan alrededor de las ruinas del castillo, levantado sobre una gran peña. Un viejo dicho recuerda que a Rupit no se llega por mar, tierra o aire, sino por piedra (el nombre viene del latín “rupes”, que significa, precisamente “roca”). En algunos dinteles de piedra de las casas aparece grabado el año de su construcción y en las ventanas hay objetos de cerámica como adorno.

Un puente colgante -sobre el cauce de la riera- une las dos partes del pueblo y permite acceder caminando a Rupit, siendo ésta la manera más bella de entrar en él. El puente fue construido por artesanos del lugar en 1945. Por sí sola, la calle del Fassar merece ya la visita. Presidida en uno de sus extremos por una cruz de piedra que lleva fecha de 1641, por ella no pueden circular los coches o carros, como llamamos aquí. Tras cruzar tres plazas, termina en la calle de los Cavallers y es una de las más fotografiadas y pintadas de España.

Entre sus casas más interesantes y típicas están la conocida como Palau, con arcos de piedra y una especie de jardín colgante, y la masía Corriol. La barroca -aunque con elementos neoclásicos- iglesia parroquial, dedicada a Sant Miguel, posee un campanario con terraza y barandilla y un interesante retablo barroco. Al otro lado del río, sobre un espolón, se alza la capilla románica de Santa Magdalena. Cerca quedan el pantano de Susqueda y la iglesia románica de Sant Joan de Fabregues.