Apuntes de bolsillo

Apuntes de bolsillo

LA NORMAL. En la José Joaquín Pérez, dirigida con mano fuerte y  sapiencia absolutas por Consuelo Brea Cordero -Cochén- en el edificio  Morey de San Pedro habían tres compafieras, inseparables ellas, hoy felizmente abuelas: Rosalía Aybar Garrigoza, Ana Teresa Sanlley Roig y Olga Barina Gómez, y que fueron de alguna manera “favoritas” de Cochén por su aplicación y buena conducta. Más de uno nos fijábamos en esas bellezas en una manifestación platónica de admiración.

En aquellas calendas-1947- la presidencia de la Asociación de Estudiantes Normalistas era una distinción  innegable y la ejercía Osvaldo Díaz Femández, joven de gran elocuencia y buen hacer; Ie siguieron en el “cargo” Yanira Ceara Ravelo, bella en su elegante delgadez  y  aplicada por  demás, continuando como titular Augusto Rodríguez Gallart, sobresaliente alumno del 4to. de matemáticas. Siguió a éste un tal Papi F., de quien no voy a decir ni pío porque ése era yo, pero sí quiero recordar a otros “genios” con quienes compartíamos en aquellos inolvidables cuatro años del bachillerato.

Ernesto Musa Saba, de quien decía el compañero José Beras “Beratico” que Ernesto sabía más que el profesor, Miguel Anglada, exagerado elogio,  quizás, para resaltar las condiciones del elogiado. Luis Fleck “Babilú” que también le daba al álgebra; Telésforo Isaac, de conducta y aplicación ejemplar; Luis Salas, oriundo de Hato Mayor, rey de la amistad dentro y fuera de las aulas; Samir Kury, Saba Musa, Orlando Mallén, Benita Mateo, Frank y Edmundo Desueza, las hermanas Jesurull, Daysi y Amada, las hijas de doña Enero, de grata recordación; Oscar Hazim, Mariucha Guaschino, Yolanda Michel, Rosita Ramírez, María Elena Berry, Carlos Marión Landais “Campanella” y muchos otros que se ocuItan en los laberintos de la memoria y en este corto espacio que se va haciendo largo.

La señorita Brea Cordero, de carácter enérgico-como dije- quien no escatimaba reconocimientos, fue una entregada en cuerpo y alma a su labor, como todo el personal docente.

Y  termino con el relato, más bien un recuerdo, con el dulce poema de doña Ludin:

Jalao, pedazo de mi tierra
En miniatura, gestado en el
Humilde vientre de un caldero
Guardas del coco una par blancura
Luces del melado
Tu color moreno.

¡Oh dulce de Quisqueya
Dulce mío, de piel tostada
Y de sabor criollo,
Me gusta porque hueles a bohío
Por la sangre mulata que en ti llevas
Esa sangre mulata de El Cercado
Que es la misma que tiene mi bandera!

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