JOSÉ M. RODRÍGUEZ HERRERA
ARISTIPO. Filósofo del siglo V 1V antes de Jesús Cristo, nació en Cirene, ciudad de Africa. Fue discípulo de Sócrates, de quien heredó el interés por los problemas que atañen a la vida práctica.

Fue principalmente un moralista, a la manera de los sofistas, aunque no era uno de ellos; viajó mucho y cobró dinero por sus lecciones. Es el fundador de la llamada escuela hedonista y también cirenáica. Los postulados capitales de su doctrina son: 1. que toda sensación humana es o placentera o dolorosa; y por tanto, el placer y el dolor son los únicos criterios del bien y del mal; 2. que el placer consiste en una sensación agradable y el dolor en una penosa emoción del ánimo; 3. que la felicidad es el resultado de una continuada serie de sensaciones placenteras; 4. que no existen placeres buenos o malos, sino sólo placeres más intensos y menos intensos; 5. que raramente los placeres son puros y que por el contrario, a menudo van mezclados de dolor, por lo que es conveniente que la inteligencia calcule prudentemente el alcance de los placeres a que el hombre se entrega. La doctrina de Aristipo la conocemos solo por extractos de otros autores y por esto no sabemos si el pensamiento expuesto fue verdaderamente el suyo o el de sus sucesores. Pasó Aristipo gran parte de su vida en la corte de su protector Dionisio, tirano de Siracusa, y estuvo algunos años en Corinto, en íntimas relaciones con la famosa cortesana Lais, pero ya viejo, se retiró a Cirene, donde murió.

ARISTIPO EL JOVEN. Filósofo griego, nieto de Aristipo de Cirene, continuador de la escuela cirenaica, en la que estableció diferencias entre el placer (reposo) y el placer positivo (acción).

ARISTOCRACIA. Gobierno en que solamente ejercen el poder las personas más notables del Estado. Tales fueron las antiguas repúblicas de Roma y Cártago, y después las de Venecia y Génova. Por extensión, clase que sobresale entre los demás por alguna circunstancia, como: La aristocracia del talento, del dinero. Icon. Represéntase a la Aristocracia por una matrona sentada majestuosamente en un trono, ceñidas sus sienes con corona de oro, llevando en una mano el hacha consular, el haz de veras y una corona de laurel, y apoyando la otra, en la que tiene un cetro, sobre un casco heráldico. A sus pies vese un saco del que derrama dinero, como para significar que las armas y la hacienda son el sostén del Estado.