A FERNANDO DE HERRERA se le sitúa a la cabeza de la llamada escuela sevillana, que se distinguiría por una mayor preocupación formal y un cierto purismo poético-conceptual. Amante platónico de la condesa de Gelves, poeta a la vez intelectualizado y apasionado, y fijó sus ideas sobre la poesía en las Anotaciones a las obras Garcilazo de la Vega (1580).
Herrera compuso odas y canciones, retóricas y patrióticas como Por la pérdida del rey don Sebastián y elegías y sonetos amorosos, de estirpe neoplatónica y petrarquista y de un clasicismo que ya propende a lo barroco. Fue figura relevante del cenáculo presidido por el humanista Juan de Mal Lara y fue su sobrino Francisco Pacheco (1564-1654), pintor, teórico del arte y autor de Libro de verdaderos retratos, quien en 1619 editó sus versos. Fernando de Herrera es un magnífico exponente del hombre de letras retraído solitario, dedicado al estudio y la poesía.
PEDRO SALINAS (1891-1951) es, por su edad, el primero de los poetas del 27, lo que le permite ejercer un magisterio orientador de la nueva sensibilidad en poetas como Lorca y Cernuda.
La obra de Salinas está centrada casi exclusivamente en la temática amorosa. Al decir de Julio Cortázar, Salinas y Cernuda fueron en su tiempo y en su lengua los dos más grandes poetas del amor.
Salinas nació en Madrid en 1891 y murió en Boston (Estados Unidos), donde vivía exiliado desde la Guerra Civil española, en 1951. De 1914 a 1917, tras doctorarse en Filosofía y Letras, inició su fecunda carrera como profesor universitario en un doctorado en la Sorbona. Tras su vuelta a España ejerció su magisterio en Murcia y luego en Sevilla, en donde fue profesor de Luis Cernuda. En el verano de 1933, siguiendo un proyecto del propio Salinas, se puso en funcionamiento la Universidad Internacional de Verano de Santander, de la que sería secretario hasta su salida de España. Se exilió en el otoño de 1936 en Estados Unidos, en donde fue profesor en prestigiosas universidades.