Apuntes de bolsillo

Apuntes de bolsillo

Recién llegado al hotel donde resido en Santiago, la primera persona que conocí fue a una señorita universitaria, de piel blanca, rubia, bella y le pregunté:

-¿Es usted española?

_ Sí, señor, de Alcalá de Henares.

Como es sabido en aquella población, a 20 millas de Madrid, nació en 1547 Miguel de Cervantes.

_¿Le gusta Santiago?

_Me encanta.

La agraciada señorita había terminado la carrera de Agronomía en Santiago y preparaba las maletas para regresar a su patria.

La enfática afirmación de la Agrónoma me sorprendió un poco, debido a mi ignorancia sobre la ciudad ya que, en mis anteriores visitas apenas conocí los estadios de pelota.

Después de dos años de residencia santiaguera, me he dado perfecta cuenta del porqué del encantamiento de la hermosa ciudadana de Alcalá de Henares. Santiago es una capital de provincia alegre, de gente amable y trabajadora, de hombres honestos y de mujeres hermosas,  que a poco de conocerte te saludan con un besito en la mejilla. Por ese “algo” de Santiago, muchos petromacorisanos como este servidor, y seibanos como Ramón de Luna, se han quedado aquí, embrujados y enamorados de su ambiente, y de ese agradable, dulce y bonito “decir” de los nativos.

En fe de ello, valgan las reuniones que cada mañana tenemos en la cafetería de El Encanto, donde se comparte con escritores, poetas y comunicadores en general, tales como Ramón Cabral, Aquiles Olivo, Juan Arias, Víctor Manuel Sadhalá, Andrés Acevedo, Zacarías Guzmán, Héctor Páez, Alejandro González, etcétera, todos gentilmente atendidos por los camareros Andrés, Domingo, Rafael, Edwin y América, la eficiente cajera.

Domingo Saint Hilaire, amigo de tantos años, gloria viva de la radio y el periodismo dominicano, me aseguró que fue Fidencio Garris el autor de aquella frase, tan simple como genial, que dice: “Santiago ¡Es Santiago! 

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