Apuntes de bolsillo
La clave de la poética de Vallejo fue la presencia del dolor

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CÉSAR VALLEJO. La trayectoria de este gran escritor peruano, que residió alternativamente en París y en España, dio cumplido ejemplo de la evolución de la poesía en el continente: la superación de los últimos rescoldos modernistas (Los heraldos negros, 1918), primero, las conexiones con las novedades vanguardistas, sabiamente recreadas (Trilce, 1922), después, y, al cabo, la fusión entre las exigencias estéticas y la inquietud social (Poemas humanos, 1939; España, Aparta de mi este cáliz, 1940).

Uniendo estos extremos, la clave de su poética fue la presencia del dolor, percibido con una sensibilidad exacerbada: el dolor que rezumó su personalidad atormentada y el que sintió solidariamente por sus semejantes protestando airadamente contra la injusticia que lo genera.

Su afiliación marxista raras veces mediatizó esta conciencia de fraternidad, de raíz cristiana, al igual que muchas de las imágenes y símbolos por él empleados. El sufrimiento humano no se limitó a ser para Vallejo un efecto de la explotación de unas clases sociales por otras, sino del dolor físico, palpable en la realidad cotidiana y del ambiente familiar; su preferido. Otro de sus temas, el de la muerte, se asomó más explícitamente en la citada España, Aparta de mi este cáliz. Para la creación de este universo, el poeta llevó a cabo una verdadera destrucción de los usos tradicionales de la lengua castellana.

Entró de lleno en ella, como quien dice, para revivificarla con un vocabulario nuevo y un deslumbrante juego de metáforas que vinieron a restituir las fuentes originales de la palabra. Escribió, además, admirables obras en prosa; cuentos (Pablo Yunque, los reunidos en Escenas melografiadas junto con páginas de carácter vario), una novela que presenta crudamente la opresión que sufren los indios (Tungsteno, 1931) y ensayos.

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