Apuntes para leer el mundo

Apuntes para leer el mundo

Cuando decidí estudiar economía pensaba que desde esta disciplina era más fácil entender el mundo. Equivocado estaba. El mundo para explicarse necesita mejores escuelas de economía y rescatar el respeto por las disciplinas humanistas, incluida la filosofía. Este mundo ya no se explica con las categorías existentes, ni desde una sola disciplina.
En los ochenta, los futurólogos de moda eran Alvin Toffler y Francis Fukuyama. Toffler, por su parte, con su Tercera Ola pretendía describir cómo sería la sociedad del futuro superada la revolución internacional, el objetivo del libro era -y fue casi un paradigma de los ochenta- demostrar que los cambios que traía la globalización eran procesos naturales y que las estructuras derivadas de la Segunda Ola, en el proceso industrial, darían paso a nuevas formas de organización social. Una lectura que puede alojar algunas pistas del momento actual, en un ejercicio que va más allá del checklist de aciertos o desaciertos y que puede arrojar algo de luz a la realidad actual… y a la que viene.
En el caso de Fukuyma, en sus quince minutos de gloria al pronosticar el Fin de la Historia, más o menos en la misma época, quiso anunciar el triunfo total del liberalismo como forma de organización social y económica. Su análisis a partir de una particular lectura hegeliana, daba los valores liberales como ya irreversibles y universalmente aceptados. No significa que no hubiera conflictos sino que estos serían cada vez más raros, y que no pasarían de ser problemas anecdóticos.
Mi objetivo además de recomendar un balance de los pronósticos de ese futuro -que ya llegó- es proponer un línea de pensamiento para el futuro que hoy no parece plantearse tan optimista. Algo grande pasó con muchos de los paradigmas más sólidos, especialmente en el mundo liberal.
Si bien algunos, por los recientes resultados electorales en EEUU han dado como fracasado el modelo de globalización, no muestran con evidencia, qué de los problemas sociales y económicos existentes son producto del libre comercio mundial, y cuáles son por otras causas, quizá totalmente contrarias. Recuerdo, por ejemplo, que algunos futurólogos mencionaban como la gran amenaza al empleo, no la globalización, si no el imparable avance tecnológico que iba a pasos agigantados haciendo que los modelos de producción intensivos de mano de obra se fueran haciendo, globalización o no, obsoletos.
Algunos autores, como Michael Porter, proponían estrategias de competencia, innovación y creación de “clusters” para que no sólo fuera la empresa, sino el país e incluso regiones de países, los que crearan el músculo productivo ante los retos de (y adrede lo separo) la globalización y los avances tecnológicos. Es decir, hubo con bastante tiempo la advertencia de cómo la globalización sola no era la respuesta a los subyacentes sociales de lo que por décadas se planteó como un milagro económico.
En un país como el nuestro, con avances innegables, pero con rezagos todavía más notorios, y ante un mundo que desde el 2001 (o al gusto del observador, desde el 2008) está signado por la incertidumbre, nos toca advertir sobre algunas ideas de organización social y económica que se han mostrado ineficaces, pues lo que viene no tiene respuesta en el pasado. Pensar fuera de los esquemas tradicionales para poder resistir esta Cuarta Ola reactiva, anti intectual, proteccionista y anti racional con relativo éxito. El país, con sus mejores energías creativas tiene que disponerse a reformas profundas, muy profundas, valientes… radicales como nunca antes, si quiere salir, airosa, como hasta ahora ha hecho.

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