Aquellos polvos

Aquellos polvos

Las personas  como entes individuales establecen relaciones con sus congéneres, permitiendo así el intercambio de bienes y servicios, algo muy necesario para un adecuado desenvolvimiento en sociedad. Para ello se requiere de un orden  y reglas claras, aceptadas por las partes involucradas en el trueque. Lo producido por la especie humana en base al trabajo implica un costo. Alguien paga por cuanto equis sujeto consuma; nada es gratis, todo cuesta.

Lo arriba enunciado es una verdad de Perogrullo. Eso no quita que haya  millones de dominicanos y dominicanas a  quienes se les inculca la falsa idea de que es  ético el vivir  sin trabajar.  Se apuesta a la suerte, a la pata de un gallo, a la lotería, o al triunfo electoral. La vida fácil, los lujos, las orgías en medio  del alcohol y las drogas representan las metas ansiadas por una parte cada vez mayor de la juventud moderna.  El apoderamiento de lo ajeno mediante el robo, asalto, engaño, soborno y corrupción son el pan nuestro de cada día. De tanto repetirse, los actos delictivos se convierten en hechos naturales, y, por cansancio, conducen a la permisividad colectiva.  Pasamos por la preocupante experiencia de oír a uno que otro guía espiritual manifestar su hastío al oír mencionar el manoseado tema de la corrupción.

Si  alguna vez la ciudad de Santiago de los Caballeros se escandalizó por el asesinato de una estudiante de manos de un vulgar ladrón de celulares, hoy pocos se alarman en Santo Domingo cuando otra joven cae abatida a balazos frente a su residencia  por el simple pecado de haberse resistido a que le arrancaran  la cartera de las manos.

La proliferación de bandas organizadas que asaltan a plena luz del día en la calle, o que penetran un hogar para extraer artículos de valor con los que pueden adquirir recursos para costearse la drogadicción hace tiempo que dejó de ser noticia. Solamente cuando se percibe algún gane coyuntural consigue este tipo de crimen interesar a los buscadores de votos. Reitero que  nos estamos transformando en un país de indolentes e indiferentes. Hay quien dice por ahí que el mundo se compone solo y que únicamente el gran poder supremo puede, en el momento que así lo juzgue prudente,  encontrarle solución a este creciente y agresivo cáncer. Con tal actitud es probable que mañana lloraremos como niños lo que ahora no estamos sabiendo defender como adultos responsables. El hacerse de la vista gorda a cambio de prebendas lo pagaremos con altos intereses, cuando el mal haya socavado la simiente que sirve de soporte al país.

Ojalá que no venga otro diluvio, pues con tanto polvo, sería mucho el lodo y extenso el pantano que se crearía. Para entonces solo los cerdos sobrevivirían en semejante pocilga. 

Afortunadamente, una ley dialéctica nos  indica que a esas  fuerzas  maléficas que pretenden destruirnos como nación se le oponen  otra  gran fuerza  moralizante representada por el decoro y la dignidad que emana de los ejemplos de Duarte, Luperón  y de Juan Bosch.

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