El mural es un llamado de José Ramia Guzmán a la sensibilización, al humanismo. En foto junto a Viena González..
José Ramia Guzmán pintó diminuta obra que justo por eso no pasa desapecibida; atención libro de records Guinnes
La fijación, esa obsesión por lo pequeño que subyuga al artista plástico José Ramia Guzmán empezó con la exposición de microdibujos “Chiquita”, y nos impulsa ahora en continuidad hasta “El mural más chiquito”… del mundo, en el que el gesto triunfal de la titiritera en silla de ruedas acentúa el inmenso valor de la diversidad.
Proyecto lúdico que invita a reflexionar sobre el tamaño y los prejuicios ante un tema que genera controversia sobre quién tiene la verdad absoluta, quién decide que algo debe hacerse solo de un modo. “Quiero que el público piense en todo eso cuando lo vea”.
Esa barrera, la resistencia a aceptar lo distinto, toca a esta osada empresa, que enrumba entre el apoyo y las críticas que gritan ¡Ay, no, eso no es un mural, porque la historia del arte ha determinado que deben ser grandes! ¿? Pero al autor solo le importa atarse a que el término viene de muro, lo designa su soporte, nada que ver con dimensión. Le basta saberlo. Muchos están de acuerdo, otros no. Es un tema de debate que le divierte.
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¿Por qué esa imagen?
“Pinté una titiritera porque El mural más chiquito fue acogido por el Teatro Guloya y quise crear un personaje dedicado al teatro”, y lo de la silla de ruedas ya sabemos que busca la visibilización, que estas personas con tanto que ofrecer gocen de políticas públicas que mejoren su calidad de vida para mostrar todas sus capacidades.
Aporte social de la pieza
Dos enseñanzas deja esta pintura: la importancia de la pluralidad y la continuidad de la reflexión sobre las proporciones. “Es esencial que estemos conscientes de que pueden existir obras grandes con mucho valor y al mismo tiempo pequeñas valiosas, que el tamaño no determina. A veces esto tiende a confundir”. La obra suscita reacciones tan diversas… genera controversias y alimenta las anécdotas de su particular creador.
¿Cuánto tiempo tomó?
Bocetar y decidir la imagen llevó un mes. Su ejecución final, tres jornadas de una hora, entre mayo y noviembre. “Lo inauguré a principios de diciembre 2021”. ¿Habrá más y cuándo? Quizás sí, porque Ramia estudia solicitudes.
¿Y si llenas el país de estos murales?
A la pregunta contesta que todo es posible, pero eso depende del lugar donde serían elaborados. Esto, porque los haría donde no solo los acepten, también los quieran. Es entonces momento de que vuele la imaginación y pensar una ciudad amuralada por este arte chiquito y valiente.
Quién determina y con qué autoridad
Sin pedir licencia
Quizás la frase más contundente con la que Ramia Guzmán defiende su obra es “un mural lo determina su soporte y no su tamaño”. Muchos están de acuerdo, otros no. Por eso está centrado en un trabajo que rompe esquemas aceptados sin discutir, y no necesita permiso para hacerlo.