¿Aquí no puede ocurrir?

¿Aquí no puede ocurrir?

Durante los últimos 28 años hemos sido testigo del colapso del sistema de partidos en varios países de América Latina. El producto de eso ha sido la llegada al poder de un “outsider” de la política.
Un buen ejemplo es Venezuela, país que a partir de 1958 y hasta los primeros años de la década de los noventa, fue visto como un modelo del buen funcionamiento de la democracia, sustentada en un sistema de partidos de amplias bases. Con los años, los partidos políticos venezolanos (Acción Democrática y COPEI) que sostenían el régimen democrático, devinieron en una partidocracia que abusaba de sus prerrogativas, alcanzando un poder incontrolado en detrimento de los derechos de los ciudadanos. El sistema de partidos venezolanos se corrompió, no produjo un adecuado relevo generacional, y sus líderes fueron incapaces de gestionar adecuadamente la economía del país, lo que terminó socavando las bases del sistema de partidos. El producto de todo eso fue la llegada al poder de un “outsider” de la política: Hugo Chávez. Las consecuencias las conocemos.
Perú es otro ejemplo. En 1980 se produce el retorno a la democracia y durante los próximos diez años dos grandes partidos, Acción Popular, dirigido por Fernando Belaunde Terry, y el APRA, bajo la dirección de Alan García, gobernaron el país. Ambos gobiernos terminaron en situación de crisis económica, sin capacidad de detener la creciente violencia política desatada por el movimiento Sendero Luminoso y con serios cuestionamientos al manejo de los recursos públicos. Esto condujo al deterioro del sistema de partidos, alejándose los votantes de los partidos tradicionales y produciéndose la emergencia de otro “outsider” de la política: Alberto Fujimori. Los partidos que surgieron desde entonces son sumamente débiles, destacándose como una regla de oro que el partido que gobierna pierde de manera estrepitosa la próxima elección.
Otro ejemplo es Ecuador. Este país inició el retorno a la democracia en 1978 en un contexto de crisis permanente, sin que los líderes políticos mostraran capacidad para enfrentar los problemas del país. Como consecuencia, entre 1980 y 2007, los partidos políticos ecuatorianos no pudieron consolidarse, lo que produjo la llegada al poder de Rafael Correa en 2007, otro “outsider” de la política.
Hay más ejemplos. Pero lo que interesa es el mensaje que sale de todo esto. El papel de los partidos es ser intermediarios entre la ciudadanía y el Estado, y cuando eso falla se produce la crisis del sistema de partidos. Esta falla puede darse por la no advertencia de los líderes políticos del surgimiento de importantes cambios estructurales que producen nuevos grupos sociales con nuevas demandas. El mensaje para el liderazgo político dominicano es que aquí también puede pasar. Todavía actuamos sin tomar en cuenta los profundos cambios socio demográficos producidos en el país en los últimos 40 años. Cuando los partidos tradicionales dominicanos se constituyeron la sociedad dominicana era rural y predominantemente pobre. Hoy somos un país urbano y con alta proporción de clase media. Ojo con esto.

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