Aquiles Azar: in memoriam

Aquiles Azar:  in memoriam

Aquiles Azar ha partido. Apenas lo podemos creer, y, si bien es cierto que, desde hace tiempo, el gran maestro y amigo lucía físicamente débil, después de achaques siempre se restablecía e increíblemente seguía hacienda arte, ¡aun exponiendo con un entusiasmo y una valentía que engañaban sobre sus fuerzas! Fue en los muy últimos días cuando él dejó de dibujar, casi compulsivamente, como una necesidad vital.

Con todas sus facultades y un juicio intacto, él parecía dedicarse a pensar, a meditar, con la calma infinita que le conocíamos, y una dulce sonrisa a flor de labios ¿Sin embargo, cómo creer que el fin se acercaba inexorablemente, para un ser humano generoso y un creador ejemplar? Una mañana, listo para el gran viaje, él tomó su reposo eterno, con confianza y paz, rodeado del cariño de su familia, de la absoluta dedicación de su esposa Asia que le cuidaba con entrega y amor, haciéndonos susurrar: “Aquiles y Asia”. Una pareja ejemplar de realidad y casi de leyenda…

Incontenible pasión por el arte. A Aquiles Azar se le ha calificado como el más joven de los artistas dominicanos, observando su entusiasmo en dibujar, pintar e inventar. Esta virtud y privilegio demostraba la permanencia de un estilo inconfundible, junto a una productividad y un desenvolvimiento, una soltura, y una fluidez, que jamás se desmintieron. Era un verdadero contemporáneo.

Impresiona que haya perdurado, durante décadas, el apego a la creación literaria y artística de un intelectual que, desde antes de los movimientos libertadores de los años 60, ha participado activamente en ideas, textos y escrituras.

Ritmos y gestos, reiterados y revisados en años recientes, testimoniaban que él se expresaba, no solo representando, formando y deformando lo observable, sino también evadiéndose hacia una soltura neoabstracta de alta calidad: ¡ello fue una auténtica revelación en el medio artístico dominicano! Aquiles Azar llegó a ser curiosamente japonizante. Caligrafía, alfabeto, ideograma, orientalismo repentino se inscribían en otro (meta)lenguaje.

La obsesión de Aquiles Azar por la línea y su capacidad de gestar mundos se inició muy temprano: un torero de 1949 muestra que aquel joven de 17 años no temía enfrentar los retos anatómicos y reinventar imágenes.

El realismo se adueñó de su primera exposición individual, en los 60, una década después de egresar de Bellas Artes.

En esos tiempos, la emancipación se hacía lenta, prudente, cuando no autorizada por los profesores: era un Aquiles a la vez rebosante de energía y respetuoso de sus mentores.

Una creación plural. Muchas veces se ha definido la personalidad de Aquiles Azar: con acierto, se le ha situado en la cumbre del dibujo y uno de los más definidos del arte nacional en un oficio, ejercido apasionadamente. Se le identificó más con objetos, las proverbiales botellas, todavía muy presentes, hasta en su último cuadro. Sin embargo, él conjugó los géneros aparte del bodegón: alternó la fauna, y la figura humana e inesperadamente, incursionó en una abstracción efusiva, sorprendente en un adicto de la figuración. Se lanzó a las distorsiones, a la fealdad, hasta a la morbidez en el tratamiento perturbador de la imagen: siempre tomó riesgos y se adelantó a la época con un tratamiento liberado y audaz de contemporaneidad. No siempre se le comprendió, o más bien, se le comprendió y reconoció después…

Adscrito al expresionismo y su emotividad definitoria, Aquiles Azar desplegó ligereza y virtuosismo en el trazo, hizo danzar la línea, impuso la aguada. En pintura, su pincelada siguió los mismos parámetros, con un colorido firme, sustancioso, sin abigarramiento. Cualquier formato, incluyendo a las miniaturas, le convenía, cualquier soporte. incluyendo papeles humildes, era la inspiración que regía el proceso creador.

En el dibujo, Aquiles ha sobresalido autor de un bestiario fabuloso… Cada uno de sus buhos -grandes ojos negros, plumas enroscadas a plumilla, garras enormes e indefensas-, exhala una extraña seducción y clama por supervivencia… aunque entonces no se hablaba de un arte de preservación ecológica… Ratas, hormigas, mariposas, palomas, águilas, pueblan el mundo zoomorfo de Aquiles Azar. Su vertiente fantástica evoca el retrato real-imaginario, nunca ilustró un episodio narrativo. Finalmente, él demandaba protección de la vida.

Otro tema, analizado, comentado, muy discutido aun, es el rostro humano, de caras tristonas, a menudo monstruosas, provocando la compasión. Hoy, todavía el enigma persiste. ¿quienes son? ¿no se adueñan de un instante e instinto nuevamente vital? Investigación reciente, junto al fotógrafo Tony Fondeur, de gárgolas y quimeras de Nuestra Señora de París, constituyeron modelos ideales, ¡criaturas ominosas, antropo y zoomórficas al mismo tiempo!

Aquiles Azar nos ha deparado finalmente una nueva sorpresa, una nueva pasión: la cerámica, con una pieza, mate y brillante, compacta y curveada, blancuzca y surcada de impresiones: la manzana. Recurrió a la colaboración de Thimo Pimentel para concebir, cocer y confeccionar. Por cierto, Aquiles había participado en la gran Trienal del Tile y esta se le dedicó en su última edición: allí, en su inauguración, fue la postrimera aparición del maestro,

Puerta abierta sobre los mundos, Aquiles Azar celebra la vida más allá de las contingencias terrenales. ¡Cuánto compartimos la congoja de su esposa, sus hijos, sus parientes! Felizmente, un artista nunca muere, son sus obras memoria para la eternidad.

Aquiles, tú estas con nosotros.

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