JORGE YEARA NASSER
La creación del Estado de Israel es un acontecimiento histórico de tal trascendencia que tarde o temprano convulsionaría al mundo árabe. El gobierno inglés tomó la iniciativa en ese plan, que luego fue apoyado por el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, y mereció la aprobación de la Unión Soviética, y finalmente contó con el apoyo de las Naciones Unidas.
El Estado federal americano aprobó una resolución a favor de que se facilite al gobierno israelí los armamentos bélicos para mantener sus fuerzas militares en equilibrio, o superando a las del pueblo palestino, que contaba con la ayuda en parte, de la Unión Soviética.
Desde la creación del Estado de Israel en 1948 el pueblo palestino ha permanecido prácticamente en el exilio. Aproximadamente unos 350,000 de los 4 millones de palestinos del mundo viven en el Líbano, donde la OLP funcionó como un gobierno aparte.
El grueso de los que un día fueron habitantes de la Filistina (o Palestina), viven en su gran mayoría en los Estados Unidos, otros en Venezuela, Chile, Siria, Irán y los países del Golfo Pérsico. Los palestinos no sólo han encontrado resistencia en la fuerza israelí; también los propios de árabes circunstancialmente han dado un rudo golpe a ese pueblo en armas por conquistar sus territorios.
Los palestinos, en la búsqueda de una justa paz, han chocado con los ejércitos sirios, libio, y libanés, en el mundo árabe. Hoy prácticamente están en condiciones de debilidad. Aún así, su líder Yasser Arafat se jugó la vida cada día a la salida del sol en aras de la recuperación de los territorios palestinos.
Que la Organización de Liberación Palestina (OLP) permaneciera tras los rudos golpes, es un logro loable de su máximo líder Yasser Arafat. Este valiente hombre de mediana estatura, vestido permanentemente con su Kufieh, sujetado con un Igal, hombre de mirada penetrante, por instantes ida. De modales suaves y voz fuerte, dio a la OLP un status internacional no reconocido a ningún otro movimiento de liberación; en cierta forma obtuvo reconocimiento diplomático por más de 120 países.
Organizado bajo la conducción de la OLP, entidad reconocida por más de 139 miembros de la ONU, el pueblo palestino comienza su resistencia contra la ocupación en el año 1964-1965. Su lucha despierta la conciencia de todos los pueblos del mundo, más no la de los colonialistas de la época.
Sin embargo, la ONU a manera de mea culpa instituyó el 29 de noviembre de cada año como Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Más de 60 resoluciones emite la ONU a favor del pueblo palestino, siendo vetadas en su gran mayoría, aún cuando se contaba en ese cónclave hemisférico con el respaldo de los países de la Liga Arabe, los de la Cumbre Africana, los No Alineados, el bloque socialista, Grecia, y algunos países del continente americano.
Al cabo de cada guerra, suelen los pueblos volver a sus hogares, de los cuales fueron desplazados por las acciones bélicas. Esto ocurriría en todos los casos, menos en el caso palestino. Por eso decimos que es atípico, porque al pueblo palestino desde que fue desplazado en 1948 y en 1967, nunca se le permitió el retorno a su hogar. Además, la consigna del ocupante era la de «la tierra sin hombres para los hombres sin tierra», según reza en el libro de Teodoro Hertz.
Según la resolución de la ONU del 29 de noviembre de 1947, más de la mitad del país fue prácticamente donada a los 600,000 judíos que, en su mayoría, llegaron a Palestina desde Europa, declarándose de ese modo el Estado de Israel.
El resto del país, lo que fue ocupado por Transjordania, se llamó «Cisjordania», y lo ocupado por Egipto, «Franja de Gaza».
Yo me he callado porque los oídos de los hombres se han apartado del susurro y los lamentos de los débiles, para no escuchar sino el ruido y los aullidos del abismo. Y así, el débil calla por prudencia cuando hablan esas fuerzas que se ocultan en la conciencia de la vida; esas fuerzas que no usan otra lengua para expresarse sino la de los cañones, ni otras palabras sino las de las bombas.
Me han enrostrado el silencio que he mantenido frente a los últimos acontecimientos de la tragedia palestina, como si poseyera el don divino de convertir mis palabras y mis escritos en un paliativo del holocausto de los palestinos.
La desaparición física de Yasser Arafat será trágica para las partes en pugna.