Árbitro imparcial

Árbitro imparcial

El Dr. Marino Vinicio Castillo propone una fórmula para permitir que el Presidente Leonel Fernández pueda repostularse y optar por otra reelección. Lo criticable es que la propuesta depende de una nueva reforma al recién aprobado texto constitucional. Tal vez debido a ello se han escuchado muchas voces de disentimiento. A ellas me sumo. Porque si bien sostengo que el texto votado trascendió su esencia causal, no por ello debe pasársele por encima.

Leonel Fernández es joven. Tiene posibilidades de un retorno en nueva oportunidad. A él le corresponde ahora el papel de árbitro independiente de la situación política. Ni siquiera ha de de inclinarse por candidato alguno a lo interno del partido político en el cual milita. Sostengo que, si en su imaginación se encuentra su propia figura fraguada como guía, le conviene que su partido abandone el dominio del Poder Ejecutivo. Mientras menos competencia encuentre en su camino partidario, más fácilmente forjará esa figura.

En calidad de árbitro de la situación nacional, Leonel se tornará espectador. Ni hacia un lado ni hacia otro. Contemplará el quehacer de todos los contendientes intrapartidarios y extrapartidarios, rogándole a Dios el triunfo de un adversario. Y en la medida de lo posible, de un adversario incoherente y despistado que, sin proponérselo, permita que los electores anhelen su retorno a la Presidencia. En su fuero interno pediría a Dios el triunfo de un adherente que, sin encontrarse en las filas de sus escuadras, lo siga. Pero no se atreve a pedirle tanto al Señor porque aún quiere pensar que el destino es desatinado.

Por eso, más que  propiciar su relanzamiento, le conviene sentarse en el quicio de la puerta del despacho a contemplar el desfile. Ni para este lado ni para el otro, sino para el mañana. Con maña y reflexión de estudioso de lo hecho y promotor del porvenir. Pero no de ese porvenir de pactos de 20 ó 30 años que el país no puede ni debe esperar. Sino de porvenir propio, con talante y objetivos diferentes a los sostenidos hasta hoy.

Porque cierto, ha mirado hacia Joaquín Balaguer en muchos aspectos, en muchos más aspectos de los que ha contemplado a don Juan. Pero en aquello en lo que debió tomarlo en cuenta, que fue en lo de la cantarita de guardar los cheles para invertirlos bien, no calcó ni un décimo. Y por eso estamos como estamos. Pero él es joven y si una precipitada acción no lo desconecta del mañana, puede abandonar la silla e irse a Villa.

La clave está en permanecer tan ajeno a los acontecimientos cual si estuviera ausente. Porque el gato gana la batalla al ratón justamente porque se vuelve tan lejano que aparenta ser inofensivo. Y es, entonces, cuando lanza las garras sobre la presa. Si las enseña ahora y se tuerce a un lado u otro, afecta su futuro. Por ello no debe escuchar la propuesta del buen amigo Vincho Castillo.

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