Argentina reafirma su auto dependencia

<p>Argentina reafirma su auto dependencia</p>

Han pasado cinco años desde que Argentina devaluara su moneda e incumpliera con el pago de la deuda, con lo que llevó a su catastrófico final una década durante la cual el país se tenía como el niño modelo de la reforma de mercado del Fondo Monetario Internacional.

En los comienzos de 2002, con una economía que se hundía y el país sacudido por una crisis política, se suponía por muchos que le tomaría muchos años recuperarse a una Argentina aislada y empobrecida.

Pero ya Argentina está prosperando nuevamente. Néstor Kirchner, su popular líder de centro derecha, ha presidido durante cuatro años sucesivos de expansión por encima del 8% y se espera que gane un segundo periodo en las elecciones programadas para este año.

Y lo más destacado es que el presidente ha alcanzado sus objetivos dando la espalda a los acreedores internacionales y las agencias multilaterales de préstamos, que han vigilado los mercados financieros internacionales durante los últimos 60 años.

Kirchner cortó abruptamente las relaciones de Argentina con el FMI al pagarle los casi US$10 millardos (£5,1 millardo, 7,7 millardos de euros) que le debía al iniciarse el año pasado. Al hablar unos pocos meses después, Kierchner provocaba un largo “viva” cuando le decía adiós al Fondo con un burlón “ciao”.

Martín Redrado, el presidente del banco central de Argentina, dice que la relación del país con los mercados de capital internacionales se ha puesto de cabeza. De prestataria neta, Argentina devuelve ahora más dinero a sus acreedores que lo nuevo que toma prestado o en emisiones de bonos. La invariable búsqueda de un excedente fiscal, una mejorada situación externa que conduce a un excedente en la cuenta corriente y a una carga de deuda mucho más baja, significan que el papel argentino está valorado mucho más alto por los inversionistas. “Argentina está bien asilada ante choques futuros”, dice Redrado, haciendo énfasis en la protección que permiten las considerables reservas en divisas del país.

Todo esto contrasta fuertemente con los disparatados años de 1990. En la primera parte de la década, cuando Argentina estabilizó su economía, controló la hiperinflación que había lesionado los esfuerzos por el desarrollo durante los 80, al fijar el valor de su moneda al dólar estadounidense mediante un esquema de convertibilidad restrictiva (en el cual se mantenía en reserva un dólar por casa peso en circulación) y la venta de activos estatales a inversionistas extranjeros.

Per la tasa de cambio fija hizo los productos tan baratos que la infraestructura industrial argentina sufrió y aumentó el desempleo. Cuando el programa de privatización perdió vapor, el gobierno se vió obligado a tomar prestado cantidades crecientes en los mercados de capital para compensar el ingreso perdido -exacerbado por la evasión fiscal y la corrupción-, incrementando una deuda que al final se volvió impagable.

Claudio Loser, el ex funcionario del FMI que estaba a cargo de la relaciones del Fondo con Argentina durante los 90, admite que se cometieron errores. El escepticismo inicial del Fondo sobre el sistema de convertibilidad pronto cedió; sin embargo, no alcanzó a ver la importancia de desarrollar un esquema institucional que apoyara las reformas, e hizo poco por garantizar que las compañías recientemente privatizadas estuvieran debidamente reguladas. En la medida que la deuda del gobierno se acumulaba, el Fondo no logró persuadir al gobierno para reducir el gasto y cuando finalmente logró el acuerdo para actuar, los cortes en el gasto retardaron la marcha de la economía y acercaron la posibilidad de un “default”. También, retiró su respaldo financiero a Argentina demasiado tarde, agravando así la crisis cuando se produjo, finalmente.

En la misma cuerda, Loser insiste en que muchas políticas introducidas después de la crisis, como una tasa de cambio flotante y una política fiscal más ajustada, estaban en línea con lo que el Fondo recomendaría.

De igual forma, aunque Kirchner ha obtenido muchos beneficios de la reforma fiscal, gran parte de sus éxitos se deben a un cambio intenso en las circunstancias externas. Alentado por los altos precios de las materias primas y una intensa demanda de Asia de productos como la soya, las exportaciones de Argentina han crecido rápidamente, subiendo de US$26  millardos en 2002, a US$47 millardos en 2006.

Pero el gobierno de Kierchner fue totalmente responsable del paquete de reestructuración radical de US$100 millardos de deuda soberana impuesto a los acreedores a comienzos de 2005, con la sensacional reducción del gasto de Argentina en los pagos de la deuda. En verdad, ya Argentina no puede emitir deuda en el extranjero sin correr el riesgo de que le confisquen activos por los fondos que han iniciado procesos legales contra el arreglo y que los propietarios de unos US$20 millardos de deuda se han negado a aceptar la reestructuración). Pero con mercados inundados de liquidez, el apetito de los inversionistas internacionales por el riesgo significa que estos están dispuestos a comprar papeles de la deuda emitidos localmente.

En los mercados secundarios, la deuda de Argentina ha tenido buena demanda. Los rendimientos que se ofrecen por los bonos argentinos han caído y los diferenciales (spreads) sobre los bonos del Tesoro de Estados Unidos están en bajas históricas. Hace solo una semana, Moody´s, la agencia calificadora del crédito, elevó las perspectivas de la deuda soberana argentina de estable a positivo.

El PIB garantiza que lo emitido como parte del acuerdo de reestructuración fue uno de las inversiones más calientes en mercados emergentes durante 2006, casi triplicando su valor. Adicionalmente, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha estado más que feliz con utilizar parte de sus enormes ingresos adicionales por el petróleo para comprar papel de deuda argentino.

 “El hecho que Argentina no tenga acceso a los mercados internacionales emitiendo deuda en una jurisdicción extranjera, no es decisivo”, dice Nouriel Roubini, un economista de Stern School of Business, de la Universidad de Nueva York y ex asesor del Tesoro de EEUU.

Por el momento, nada parece que cambie esta situación. Sin embargo, si la liquidez se seca en los mercados internacionales y regresa la aversión al riesgo, Argentina, con toda certeza, será más vulnerable. Esto pudiera verse exacerbado por una caída en los precios de las materias primas, que determinaría que cayeran los ingresos por exportaciones y que se debilitaran las cuentas fiscales.

Pocos esperan otra crisis en la escala de la última, pero todavía Argentina podría restablecer sus relaciones con los mercados de capital internacionales, y posiblemente, hasta con el FMI. (Trad. IPC)
VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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