Argentinos le pasan la cuenta a Kirchner

Argentinos le pasan la cuenta a Kirchner

BUENOS AIRES (EFE).- Después de diez meses en el poder en Argentina, Néstor Kirchner vive sus horas más amargas a raíz de una multitudinaria manifestación que, según los analistas, marca el final de la luna de miel entre la sociedad y el Gobierno.

Juan Carlos Blumberg, un pequeño empresario textil desconocido hasta hace un par de semanas, habló el jueves por la noche ante cerca de 150.000 personas, según cálculos de la policía, aún dolido por el secuestro y asesinato de su hijo Axel, de 23 años, para pedir firmeza contra la creciente ola de inseguridad.

Horas después, desde Kirchner hasta sus colaboradores más cercanos han tenido que salir al paso de esta concentración espontánea, mientras los comentaristas advierten sobre las consecuencias que puede tener en la gestión presidencial.

Axel Blumberg, que fue asesinado el pasado 23 de marzo, seis días después de haber sido secuestrado, es una víctima más de una ola de delincuencia que se ha intensificado en Argentina desde hace media década y ha calado hondo en los temores de la población.

Aunque Buenos Aires es una ciudad fértil en protestas públicas, la de anoche fue multitudinaria, espontánea y protagonizada por una clase media que hace tres años creó un estado de opinión que condujo a la renuncia del presidente Fernando de la Rúa.

Los analistas se preguntan si la concentración del jueves por la noche representa un punto de inflexión en el apoyo popular que tiene Kirchner, que asumió el poder el 25 de mayo del año pasado y a quien le reclaman mayor decisión para resolver dos de los principales problemas del país: el desempleo y la inseguridad.

«El hecho de que el llamado de un ciudadano hasta hace pocos días anónimo (…) permitiera reunir a más de 100.000 personas alrededor del Congreso y que, un mes atrás, menos de 10.000 acompañaran en el mismo lugar al primer mandatario en la inauguración del período de sesiones del poder legislativo no es un dato menor», dice hoy el comentarista de «La Nación» Fernando Laborda.

Esta respuesta social, según señaló hoy a EFE el analista político Rosendo Fraga, debe sumarse a un reciente congreso del gobernante Partido Justicialista, que se cerró con escándalos y discordias internas, y la crisis energética que atraviesa el país desde hace varias semanas.

«Se acabó la luna de miel de la sociedad con Kirchner», sostiene Fraga.

Según el analista, Kirchner, que gozaba de un apoyo popular del 70 por ciento de la población, ha terminado ya sus tiempos en los que la gente «apoya automáticamente al Gobierno por esperanza», y entra ahora en un «punto de inflexión» en el que se juzga a las autoridades por «la calidad y la eficiencia en resolver los problemas».

Dos diarios argentinos con distintas visiones, «Clarín», el más vendido del país, y el matutino financiero «El Cronista», ponen en su portada de hoy un titular muy parecido, a toda plana: «La gente dijo basta» (Clarín) y «La Argentina dijo basta» (El Cronista).

Ese sentimiento de repulsa pilló a Kirchner a unos 3.000 kilómetros de Buenos Aires, en un acto de recuerdo a los veteranos de la guerra de las Malvinas de 1982.

«Para algunos, la Patria se termina en la (autopista) General Paz; para mí se termina en las Malvinas», dijo Kirchner la pasada medianoche desde la ciudad sureña de Río Grande, en referencia a la vía que separa a Buenos Aires del cinturón urbano que la rodea.

Los ministros que sirven como portavoces oficiales aseguran que el Gobierno «tomó nota», pero creen que el tema de la inseguridad es un asunto compartido entre todas las autoridades, tanto las nacionales como las provinciales.

«No hay una única fuerza donde poner orden, sino que hay 24 fuerzas (públicas) en las que se debe poner orden», dijo hoy en declaraciones radiales el jefe del Gabinete de ministros, Alberto Fernández.

Su colega Aníbal Fernández, ministro del Interior, aseguró hoy que la «falta de acción» de la que se le acusa al Gobierno de Kirchner se debe a que «lo mucho que hace no tiene expresión pública».

Otros, en cambio, como Felipe Solá, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que rodea a la capital, hizo examen de conciencia y, en un discurso público, reconoció hoy que se vive «una situación de emergencia».

«Mi error fue haber pensado que el aumento de los hechos de delincuencia formaba parte del paisaje, que podía ser parte de la situación que se vivía tras la crisis», dijo Solá.

En el tema terció también el ex presidente Carlos Menem (1989-1999), el enemigo político más importante de la actual administración y que estos días, desde Chile, participa en un pulso con la Justicia por antiguas causas.

«El ministro del ramo no tiene un solo plan integral sobre seguridad de las personas porque usa todo su tiempo en ver cómo hace para meterme preso de una buena vez», afirma Menem en una columna que publica hoy en «La Nación».

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