El pasado sábado fue publicada en esta página una misiva que el intelectual y catedrático Odalís Pérez me enviara. En ella, entre otros cuestionamientos de índole general sobre la vida cultural y el comportamiento ético de los escritores y letrados del país, enderezaba una severa censura al reputado crítico, ensayista, narrador y poeta Diógenes Céspedes, actual director de la Biblioteca Nacional.
Este último, ejerciendo su derecho a réplica, nos remitió la carta que a continuación encontrará el lector.
Santo Domingo,
15 de junio de 2004.
Sr. León David
Suplemento Areíto
Periódico Hoy
Ciudad.
[b]Estimado amigo:[/b]
En la edición del sábado 12 de junio de 2004 apareció, bajo cuerda, una carta del señor Odalís Pérez en la cual alude a mi persona. Me veo obligado, en uso del derecho a réplica, a contestar, no por la significación social del personaje, sino por la prestancia social y de poder bajo la cual se cobija. Esta respuesta la hago para el mejor esclarecimiento de quienes conocen mi trayectoria de escritor, profesor, crítico literario y periodista.
Se duele el señor Pérez de mi carta al Secretario de Estado de Cultura, Dr. Tony Raful, en la cual le manifesté mi desacuerdo con el hecho de que se me incluyera en la lista de funcionarios y empleados que apoyaron la reelección sin habérseme consultado. Elude, sin embargo, el señor Pérez la respuesta tanto de disculpa como de reconocimiento a mi trabajo al frente de la Biblioteca Nacional APedro Henríquez Ureña@ hecha por el Dr. Raful en la cual evoca el suceso político de los que se quedaron callados o apoyaron la campaña de calumnias racistas en contra del fenecido líder político José Francisco Peña Gómez.
Se duele también el señor Pérez de que envié mi carta después del 16 de mayo, sin hacer mención que el comunicado con la lista de apoyo a la reelección se hizo jueves o viernes y los comicios fueron el domingo, lo cual fue tan rápido un suceso y otro que no dio tiempo a réplica y que yo mismo vine a enterarme el lunes 17. Además, no acostumbro a responder ese ni ningún documento sin sopesar las consecuencias de mi respuesta, por lo cual no creo que si lo hubiese leído el mismo día que apareció publicado, hubiese yo respondido al comunicado de referencia.
Otro dolor que lacera al denunciante es que ve en esa tardanza un oportunismo político de cara a las nuevas autoridades electas. Lo del asco y náusea que le produjo mi carta pertenece al vocabulario de los detractores profesionales del país y generaliza, como buen metafísico, poniendo en boca del Aambiente intelectual dominicano@ tal asco y tal náusea y omite la opinión de su superior, el Dr. Raful.
El tono melifluo y genuflexo en el elogio a Guillermo Piña Contreras, a León David y al presidente electo Leonel Fernández revelan, si le aplicamos una lectura no ya freudiana, sino lacaniana, la actitud oportunista del sujeto de marras, ya que las tres personas a las cuales alude son altas instancias del futuro gobierno. Para insultarme a mí no hay que elogiar a terceras personas.
Pero esta conducta empalma con otra que he observado en el señor Pérez y que consiste en morder la mano de quien le ha prodigado un favor.
Veamos algunos casos: Mi relación con el señor Pérez tiene su explicación en una recomendación de un intelectual. Cuando el señor Pérez llegó al país procedente de Rumania, le abrí las puertas de mi revista Cuadernos de Poética, no sólo a él sino también a su amiguita Elena Sánchez Kriuskova. Cuando él era un desconocido, se lo presenté a la sociedad y aunque no estaba de acuerdo con su semiótica, me dije que su discurso era una perspectiva más (Véase el artículo que le publiqué en el número 9, p. 37 44, de mayo agosto de 1986) y a su amiguita, los poemas en las páginas 75 80 de la citada revista.) Desde esa fecha hasta hoy no había vuelto a saber del señor Pérez.
)Sabe usted, León David, a que se debe este ataque del señor Pérez? No es solo a la falta de agradecimiento, sino también al deseo de expresar su adhesión política a sus benefactores. Estos le nombraron en la Secretaría de Estado de Cultura como Director de Talleres con sueldo de $25 mil pesos durante los tres primeros años y medio del actual gobierno y no organizó un solo seminario, si no yerro, o al menos no se publicó en la prensa. Pero no conforme con esto, nombró a su esposa María Justina Cárdenas Mendoza en el puesto de Secretaria Ejecutiva. Y no conforme todavía con eso, nombró a la sobrina de su esposa, Flor Ana María Reyes Cárdenas, como empleada de dicha Dirección, con lo cual los únicos tres empleados de esa instancia de la Secretaría de Cultura lo constituyó ese núcleo familiar, logro supremo del nepotismo, acción penada por la ley, por ser una variante del patrimonialismo.
Pero cuando sus benefactores le encumbraron a la dirección de la Oficina Dominicana de la UNESCO, también nombró a su esposa en el segundo puesto de mando. Estos favores políticos se han debido al simple hecho de que fue profesor en el colegio Calasanz de un hijo de sus protectores. Esa relación les ha salido más cara que la apuesta de los protectores. Ignoro en qué se fundamentó la relación maestro alumno, pero en todo caso se trata de una relación de autoridad y poder. Cuando un líder político o empresarial entra en relación con un intelectual debe leerse lo que ese intelectual ha producido o al menos ordenar que lo lea un asesor a fin de saber con transparencia hasta dónde llegar.
En mi relación con el Presidente Hipólito Mejía fui claro cuando nos conocimos en la cafetería del Kettering Center de Nueva York. Allí fuimos a ver a Peña Gómez y le manifesté al entonces candidato mi apoyo cuando regresara al país. Así lo hice y escribí una serie de artículos sobre su candidatura. Todo eso consta en mi libro Memorias contra el olvido. Pero apoyé al Presidente Mejía por un mandado de cuatro años. No hablamos de reelección, contra la cual estoy en desacuerdo por los males que ha acarreado al país desde Pedro Santana hasta hoy. Pero ese desacuerdo lo escribí en agosto de 2003 en un opúsculo que publiqué para que todo el mundo supiera a qué atenerse conmigo. Lo entregué en forma gratuita a políticos e intelectuales del país.
Si el señor Pérez no lo leyó se debió a que los intelectuales dominicanos no leen a sus colegas. Y en aquel opúsculo decía yo no sólo que me oponía a la reelección, sino también que el PRD tendría escasas posibilidades de retener el poder si el Presidente Mejía no bajaba el precio de la luz, de los combustibles, de la prima del dólar y de la canasta familiar. El no podía hacer eso, pues quebraba el país si así procediera, aparte de otros errores de bulto. Esos elementos fueron los factores de la derrota. De modo que he sido transparente en mi relación con él y le estoy agradecido por haberme designado en el cargo de Director de la Biblioteca Nacional. Y al ministro por su recomendación favorable.
Incluso fui más tolerante que otros intelectuales del frente cultural que crucificaron a Núñez, Andújar, José Enrique García y Deive por su posición a favor de la reelección. La Constitución les amparaba. Comprendí su derecho, pero les expuse mi posición cuando les entregué el opúsculo.
Claro, como casi siempre me he manejado en el sector privado o la docencia universitaria, en los dos primeros años no necesité ningún puesto en el gobierno. Y fue por la diligencia de los amigos del frente cultural que entré a la Biblioteca Nacional como encargado de publicaciones. Todavía era editor cultural del periódico El Siglo. Cuando Andrés L. Mateo fue designado Subsecretario de Cultura, esos mismos amigos le pidieron al Dr. Raful que me nombrara en la Biblioteca y así lo hizo él y el Presidente Mejía ratificó la petición del poeta Raful.
De modo que a esto le llamo transparencia. No a la práctica patrimonialista del señor Pérez, quien fue reeleccionista por conveniencia y en el interés de conservar su empleo y el de su esposa y la sobrina de esta, no por principios. Al ser incapaz de analizar la realidad tal como era, sino como él la creía, ahora rompe lanzas contra quienes no somos responsables de su falta de visión.
El señor Pérez ha lanzado diatribas contra la mayoría de los intelectuales que ocupan un espacio que él codicia. Contra Manuel Núñez, a quien trató de serrucharle el palo en UTESA para quedarse con el puesto y no pudo lograr su sueño. De ahí su odio contra Manuel y por esta razón escribió una diatriba contra él. Los enciclopedistas necesitaron una o dos cuartillas para aniquilar un libro malo; el señor Pérez necesitó más de 500 páginas para denostar el libro de Núñez. Y el problema planteado por Núñez en el caso de Haití sigue sin solución. Los próximos candidatos cuyas manos serán mordidas por la pecera llena de pirañas que es el señor Pérez, serán los que le financiaron la diatriba contra Núñez. Ya cayó el primero: Blas Jiménez, quien casi cae preso por un informe falso que le fabricó el señor Pérez. Los demás que esperen su turno.
Los espacios que ocupan Giovanni di Pietro y Andrés L. Mateo y yo, los codicia el señor Pérez. Por eso aniquila, sin razón, a Di Pietro y a Mateo le llama trujillista, pues el estudio semiótico que este hizo sobre los monumentos y los fastos de la dictadura, entiende el señor Pérez que son de su exclusivo dominio.
Pero resulta que el señor Pérez no ha escrito el primer libro que haya sido acogido por los intelectuales dominicanos y por la sociedad como un valor tangible y eso le quita el sueño, sobre todo cuando los intelectuales a los cuales detracta, tienen ese espacio ya ganado. El señor Pérez sufre de un problema de perturbación de la personalidad. Quienes entran en relación con él deben saber que si no la hace a la entrada, la hará a la salida. Que Dios tenga piedad de su alma retorcida. Esta es la primera y última vez que me referiré al señor Pérez.
Muy atentamente le saluda,
Diógenes Céspedes
Escritor