Arlette Fernández, creadora de fantasías bordadas

Arlette Fernández, creadora de fantasías bordadas

El arte de crear un bordado en tela o papel resulta para Arlette Fernández, reconocida bordadora dominicana, un trabajo apasionante, el cual disfruta plenamente, hasta el punto de que lo ha convertido en su principal actividad de todos los días.
No hay límites en materia de bordados, asegura, porque con sólo hacer una línea o curva, o colocar una diminuta hoja en un traje, se está haciendo arte. Es un trabajo que no acepta equivocaciones cuando se realiza con esmero y con una aplicación correcta de las técnicas.
Un bordado hecho con profesionalidad es aquel cuya dimensión se percibe a una distancia prudente, no importa que el material base sea una tela lisa o un encaje. Lo importante es que se aprecie a simple vista, y no sólo su belleza sino las figuras envueltas en el trabajo, que podría ser un ramillete de uvas, una flor, un botón o una manzana.
El encaje se ha convertido desde antaño en uno de los elementos favoritos para realizar verdaderas obras de arte y así lo concibe la profesional, quien además lo define como uno de los tejidos más hermosos y nobles que existen.
“Tú puedes violentar la obra del encaje y hacer un bordado sobre ella, pero cuando éste es de Lynion, Bruselas y algunos de algodón muy noble, inmediatamente debes respetar esa obra y realzar el encaje con el cuidado de no anularlo”, sostiene.
Arlette recomienda un dominio de la técnica y el empleo del sentido común, debido a la gran diversidad de materiales que como la mostacilla, canutillo, perlas, cristales, losa, vidrio, plástico, flores, hilo de seda y raffia se utilizan en la elaboración de un trabajo con calidad.
Para la reconocida bordadora trabajar en encajes es más fácil que hacerlo en una tela lisa, aunque prefiere este último material porque le permite mayor creatividad y el empleo de varias técnicas.
Dice que cuando se trata de trajes de novia, donde por lo regular se utiliza chiffon y organza, el trabajo es más complicado porque se puede estrujar y ensuciar la tela.
Fernández utiliza varios tipos de agujas, muy finas, adquiridas en Francia y que se emplean según el tipo de bordado, entre las que se encuentra una especial que usa en la elaboración de filigranas o florecillas rellenas de otros materiales con un tamaño similar a una moneda de diez centavos.
Con respecto a los trajes de novia dice que éstos requieren de un trabajo muy delicado y extenso, dependiendo siempre del diseño. “Ahora tenemos varias alternativas en cuanto a los materiales, observándose en algunos casos una blusa bordada y parte de la falda muy trabajada luciendo una obra refinada cuando se hace con cuidado”.
Según expresa, no es nada sorprendente observar en sus trabajos trajes bordados en tela lisa o encajes con hojitas o detalles en raffia en los bordes. En otros casos, el bordado está colocado en un “rinconcito” hecho en un hilo de seda; en otro, uno plateado o dorado y en el resto del vestido mostacillas, canutillos o florecitas en plástico, cristal o losa.
Entre esos trajes están los de novias al estilo siglo X1X con diseños que permiten el uso de una mayor variedad de materiales, sea en raffia, hilo o perlas.
Arlette Fernández resalta las condiciones profesionales de los diseñadores dominicanos, de quiénes dice que además de sus clientes son sus grandes amigos. “Cuando tengo que crearle a un diseñador de las condiciones de Mariaelena Perdomo, Magaly Tiburcio, Iris Guaba, Leonel Lirio, Jenny Polanco y Jorge Diep, para citar algunos de ellos, me siento muy bien, además de que todos confían en mi trabajo”.
Arlette ha trabajado para algunos diseñadores extranjeros, entre éstos Elvira Gramano. Algunas piezas les fueron hechas a Valentino.

Perfil
Arlette Fernández nació en San Francisco de Macorís y fue educada en el Colegio Sagrado Corazón de Santiago. Se inclinó a temprana edad por las manualidades.
Fue precisamente en su hogar de Macorís que aprendió el oficio observando a su madre y tía bordarse sus trajes para concurrir a las fiestas patronales de la época. Transcurrían los finales de los años 50, cuando era partícipe aún niña, de los preparativos de la fiesta de Santa Ana, tan famosa que sólo eran comparables en pomposidad con las patronales celebradas en el Centro de Recreo de Santiago y en La Vega. Allí asistían solo como invitados los socios selectos de la sociedad.
“Mi madre, mi tía y sus amigas asistían cada año a la fiesta de Santa Ana y tan pronto finalizaba ésta ya estaban programando los trajes que lucirían en la próxima.
Su rostro adquiere otra dimensión (un poco de alegría, otro de tristeza) al recordar su casamiento con el coronel Rafael Fernández Domínguez, ideólogo de la Guerra de Abril de l965, y posteriormente en 1980 el fallecimiento de su hijo menor José Tomás en un accidente de tránsito.
“Fueron hechos que transformaron mi vida. Al morir José Tomás estaba muy deprimida y quizás con el ánimo de distraerme, una prima me solicitó bordarle el traje de novia, comencé a colocarle unas perlitas y luego unas florecitas y cuando me di cuenta se había prendido una llama que a causa del dolor creía muerta”, indica.
Su estado de ánimo fue variando a medida que se dedicaba al bordado que dejó sorprendido al doctor César Mella, su médico personal, quien le recomendó continuar con el trabajo.
Recuerda que luego viajó a Nueva York acompañando a un hermano que se dedicaba al negocio de bienes y raíces, lo que aprovechó para comprar una gran cantidad de materiales que utilizaría en sus bordados.
Una de sus primeras clientas fue doña Mimí Cabrera, quien le llevaba vestidos para bordar, lo que marcó el punto de partida para el trabajo continuo que realiza.

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