Armas contra la corrupción

Armas contra la corrupción

En este país actualmente nadie, repito, nadie está preso por actos de corrupción. Desde ese punto de vista parecería que somos el país más honesto del mundo, pero desgraciadamente no es así. Lo que pasa es que los organismos de la justicia no han funcionado como es debido, para sancionar esos crímenes.

Un amigo me dijo que se podía equiparar la situación, con el caso de una culebra dentro de la cueva, que al morder se muerde su propia cola teniendo que soltarla, ahí afloja. Todos los aprestos anticorrupción de las últimas décadas: procuradores; fiscales; departamentos especiales para combatirla, y los tribunales en sentido general, han sido eficientes hasta que han tenido que enfrentar la corrupción de los funcionarios de su propio gobierno. Hasta ahí llega la cosa. Y la fiesta de la impunidad ha seguido tan campante, metiendo cada vez en un hoyo más profundo al país.

Es evidente que la falta de sanciones es el motivo principal de la situación. Pero no es la única. Hay otros aspectos a ponderar.

En los comienzos del siglo pasado, la minoría que en ese tiempo se educaba, recibía el pan de la enseñanza dentro de los planes de estudios hostosianos. Eugenio María de Hostos, fundador de la primera escuela de educación superior, impregnó al sistema de su enseñanza, cuya vigencia se mantuvo por décadas, los principios morales y patrióticos que le eran característicos.

Así, una mayoría de la clase culta de aquellos tiempos, vibraba al calor de aquella «moral social» del señor Hostos, y especialmente al fervor de los sentimientos patrios.

Todavía hoy al través a veces de la tradición familiar, esos principios superviven, muy afortunadamente, en muchas familias dominicanas.

Los principios hostosianos perduraron en la enseñanza pública en el país hasta la década de 1950, cuando Trujillo firmó el Concordato con la Santa Sede. Este cambio no afectó en gran forma la situación, por cuanto el cristianismo sustenta normas morales ejemplares, y no se varió gran cosa la enseñanza de los asuntos patrióticos en la escuela.

Sin embargo no sucedió así cuando el control de la enseñanza pública estuvo en manos de los extremistas. Además de la utilización política de las aulas, que llevó al desastre de huelgas y paros casi cotidianos, también a los comunistas no le interesaban los asuntos patrióticos, ya que en sus planes figuraban los principios del internacionalismo o de su proyecto. Me acuerdo que una vez en aquel tiempo, me tocó almorzar al lado de la directora de unos de los liceos secundarios de esta ciudad. Le pregunté si todavía los alumnos cantaban el himno al subir la bandera. Me contestó que esa era una costumbre pasada de moda. Y así no puede ser.

Todavía, en aquellos dominicanos que han recibido la orientación de la correcta educación de antaño, pervive un amor por el país, que hace que el que así piensa no le robe a su patria.

El más empedernido ladrón no roba en su casa, porque allí se encuentran las cosas que ama y consecuentemente respeta. En estos tiempos de ahora, a la mayoría no se le enseñó a amar al país, lo cual es muy peligroso para la pervivencia de nuestra nacionalidad y por esa actividad generalizada, de llegar a los cargos oficiales para hacerse, para robar.

No estoy al tanto de los detalles en cuanto a la educación actual de la escuela pública en lo referente a los asuntos de la historia patria. Ignoro si se respetan los símbolos, cual el himno y la bandera. Pero de todas maneras hay que prestar especial atención a este respecto, a sabiendas de que para hacer de un dominicano un patriota, sólo hay que enseñarle la historia.

Basta conocer la increíble leyenda de los tantos sacrificios, de tanta sangre y lágrimas derramadas por darnos una identidad, para que todo dominicano ame su país, y consecuentemente no le robe.

Si queremos que exista mañana una nación dominicana, hay que parar la corrupción, juzgando, condenando y metiendo a la cárcel a los ladrones. Y sembrando en el corazón de nuestros niños, desde cuanto antes sea posible, el amor y respeto por su país.

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