Armas de manipulación masiva

Armas de manipulación masiva

HAMLET HERMANN
Pocos pueblos del mundo tienen tanto deseo de enterarse de las noticias como los dominicanos. El criollo lee periódicos con avidez. Más ahora cuando hay varios que son distribuidos gratuitamente. Escucha la radio como si siempre estuviera esperando el número ganador de la lotería. Asimismo, se planta ante el televisor con una disciplina que muchos curas quisieran para sus feligreses en la misa dominical.

Este culto por enterarse de cuanto ocurre tiene como base la confianza en el medio de comunicación que les sirve de fuente del conocimiento.

Pero cabe preguntarse: ¿cuáles medios de comunicación responden al interés del público y recogen el aspecto objetivo de los hechos ocurridos? En otras palabras: ¿cuáles fuentes de información se aplican al correcto enfoque de los acontecimientos y no a las conveniencias de oportunidad de sus propietarios? Desgraciadamente, el periodismo objetivo ha ido cediendo terreno ante la politiquería y la ambición por poseer cosas, más que difundir ideas. De ahí que lo que el público recibe no coincida en muchas ocasiones con lo que realmente ha sucedido.

Los años pasan y hemos podido apreciar como algunos medios de comunicación de República Dominicana han apoyado golpes de Estado contra gobiernos legítimamente constituidos y nunca han admitido ese proceder sino que, por el contrario, lo han justificado. Ese y otros medios fueron voceros de la invasión del poder extranjero, así como de gobiernos criminales y corruptos sin que aceptaran la mínima responsabilidad por esos delitos. Les ha faltado criterio profesional y honradez personal para reconocer las oportunidades en que se han aprovechado de su posición para manipular las informaciones. Todavía hoy, los más ambiciosos quisieron mantenerse en el poder político de la nación y utilizaron medios de comunicación ajenos para desacreditarse y evidenciar los bajos valores que rigen su conducta. Poco hubieran resuelto de haberse excusado pero, por lo menos, habrían salvado en alguna medida parte del decoro que debieron haber sostenido.

En estos días, la opinión pública norteamericana se conmovió cuando el New York Times y el Washington Post reconocieron su complicidad con la política de provocación guerrerista del grupo gobernante de la Casa Blanca. Por propia confesión, el mundo se enteró de que el Washington Post había dedicado ciento cuarenta (140) espacios de primera plana a destacar falsas acusaciones del presidente George W. Bush contra Irak. El matutino de la capital estadounidense se sumaba así, en cuerpo y alma, a una injustificada guerra de agresión contra una nación atrasada. Por oposición, los que se oponían a la guerra, a veces, conseguían lejanas páginas interiores en los días en que los periódicos son menos leídos. Publicaban mínimamente a los pacifistas cual débil coartada, pero coartada al fin que justificara su complicidad con el grupo gobernante. Lástima que los «mea culpas» de ahora por haberse constituido en avanzada estratégica de la guerra vienen a ser como autopsias que nada pueden hacer para salvarle la vida a un enfermo.

 

Nadie puede desmentir que el New York Times y el Washington Post se convirtieron, por conveniencia propia, en las locomotoras que movieron el tren de la guerra. Ellos se constituyeron en las armas de manipulación masiva que convencieron al pueblo norteamericano de que aprobara una guerra injusta. Con ejemplos como estos es más fácil comprender el importante rol que desempeña la propaganda en los esfuerzos guerreristas, ya sea con Adolfo Hitler a la cabeza o con George W. Bush. Ahora, después de las excusas de esos grandes medios ¿qué podrían hacer los iraquíes? ¿Cubrirse de la lluvia con el New York Times luego de que sus hogares han sido destruidos por los bombardeos norteamericanos? ¿De qué sirve una excusa del Washington Post si éste ha servido para matar seres humanos y para destruir hogares y propiedades? Obviamente, nunca existieron en Irak armas de destrucción masiva como pregonaron Bush, Cheney, Rumsfeld, Rice y Powell. Por el contrario, lo que sí predominó fue el arma de manipulación masiva que pusieron en práctica Fox, New York Times, Washington Post y otros medios incitando al pueblo norteamericano a que diera su consentimiento para la guerra preventiva y criminal contra Irak.

Así como sucedió en el Norte revuelto y brutal, en República Dominicana tenemos que cuidarnos de la manipulación que ejercen los periódicos. Lo mismo es válido para las emisoras de radio y de televisión de manera que la cosa esa que llamamos democracia pueda perdurar en beneficio de las mayorías empobrecidas que, comúnmente, no tienen quien las defienda. De ahí que no esté de más nuestra preocupación por el uso indebido de las armas de manipulación masiva.

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