Armonía

Armonía

Entre la Suprema Corte de Justicia y el Ministerio Público han surgido en los últimos días fricciones indeseables que aportan poco al interés común de que la Justicia cumpla su cometido.

Críticas del procurador general de la República, doctor Radhamés Jiménez Peña, en relación con conductas de algunos jueces, han sido respondidas de manera enérgica por el presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Jorge Subero Isa.

La Justicia dominicana atraviesa en estos tiempos por circunstancias muy especiales y  delicadas, pues en momentos en que la delincuencia acrecienta su acoso contra la sociedad, algunas de las herramientas de administración de Justicia parecen no responder de la mejor manera, o de la manera esperada.

El Código Procesal Penal, sucesor de un Código de Procedimiento Criminal desfasado y arcaico, aparece de vez en cuando como el supuesto responsable de propiciar decisiones que, según algunos, benefician a los delincuentes.

II

 Otro código, el de protección al menor, es ampliamente criticado porque provoca situaciones que parecerían estimular la reincidencia de menores en actividades delictivas debido a una protección que colinda con la impunidad.

Ambas características de estos instrumentos de la Justicia se hacen más notables en momentos en que hay un recrudecimiento del delito y, sobre todo, un aumento considerable de la frecuencia de actos en que están involucrados menores de edad.

Por las razones anteriores y por el hecho de que debe existir entre Ministerio Público y Judicatura el propósito común de lograr que la Justicia llene los cometidos que le pauta la ley, entendemos que son indeseables las fricciones entre estas instancias.

La mejor manera de lograr una mejor Justicia es el trabajo armonioso de todas las partes con responsabilidad en hacer cumplir las leyes y darle a la sociedad la protección necesaria.

III

Creemos que si las debilidades de los códigos no inspiran a Ministerio Público y Judicatura para un trabajo mancomunado que corrija estas piezas, las disparidades de criterio existentes en estos días sí deberían motivar una convocatoria de las partes para armonizar intereses.

La Justicia necesita de sus mejores actores para que pueda cumplir su papel y hacerse  merecedora de la confianza y el reconocimiento de la sociedad.

Aunque el debate es siempre provechoso porque permite profundizar en las ideas, el modo en que están planteadas las cosas deja mucho que desear y dudamos que aporte utilidad para la causa de la Justicia.

En estos momentos la sociedad necesita recobrar la tranquilidad perdida en virtud de la ofensiva delincuencial, ofensiva que, precisamente, debe ser enfrentada con la ley y la justicia.

Una manera de lograrlo es que las diferentes instancias judiciales, como la Suprema Corte de Justicia y la Procuraduría General de la República, trabajen con la meta de lograr corregir debilidades y hacer que cada instrumento funcione como debe funcionar y en el justo momento.

Las fricciones que motivan este comentario deben inspirar a las partes a escudriñar en las razones de cada uno para que, en base a una ponderación sincera, puedan aprovechar las circunstancias en provecho de la causa común, que es, a fin de cuenta, administrar justicia.

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