UBI RIVAS
La campaña electoral de término medio congresional y municipal que culminó el 15 del presente mes para realizar horas después, el 16, los comicios, no se ha caracterizado precisamente por sus referencias novedosas.
No será nunca novedosa una campaña electoral, fuese como la próxima, o presidencial y vicepresidencial, hasta que los candidatos de una y de otra, no sustenten programas y ofertas trascendentes que se correspondan con los reclamos urgentes de los munícipes, y que todos conocemos porque los padecemos.
En la pasada campaña electoral no se percibieron rasgos de importancia para los votantes que no sea la expectativa que generan nuevas figuras que debutan a la lid política, sobre todo del naciente Partido Revolucionario Social Demócrata que lidera el veteranísimo Hatuey de Camps.
Que quien escribe hubiese podido detectar, no hay novedad alguna en que un aspirante a cargo electivo congresional o municipal ofreciera un programa de realizaciones para sus munícipes, es decir, una plataforma política cónsona con las aspiraciones de los municipios. ¿o la ha habido de parte de alguno?.
Esta ha sido la campaña electoral más costosa y lastrante para el contribuyente conforme a que la JCE entregó a los partidos políticos más de RD$800 millones dispendiados en caravaneos, afiches, spots radiales y de TV, pago de páginas en los periódicos, vallas y ayuditas a los compañeritos de las bases.
Todos los candidatos polucionaron nueva vez las ciudades y pueblos con afiches y cartelones, atronando a todas horas con las infernales disco-lay que repercuten en las vísceras con un ruido insoportable que nada dice de los aspirantes a puestos electivos y sí desdice de todos por la forma olímpica como agreden la paz ciudadana, mereciendo el desprecio de la ciudadanía por su acción propagandística incivil.
La JCE tiene el imperioso deber de modificar el accionar proselitista de los partidos políticos y de los que aspiran a posiciones electivas de todos los niveles para próximos comicios.
Los electores conocemos a todos los políticos, lo conocen sus munícipes, cómo son, lo que piensan de sus comunidades, la formación política y la clase humana que los vertebra, de manera que no es necesario tanto despliegue propagandístico, saturador, impertinente, necio, cargante y finalmente, contrario a los fines que persigue todo candidato.
El momento tendrá que advenir en que la JCE limite a los partidos políticos y a los candidatos a posiciones electivas a proyectarse en lo medios de comunicación, en programas de panel de radio y TV, en entrevistas en los diarios, que ninguna de las tres cuesta un centavo, y así las campañas electorales en primer lugar resultarán asaz económicas, y en segundo término llegará más directo y hará más conciencia en los electores, más de la que todos tenemos de los políticos, que no es precisamente muy halagüeña.
En vez de dilapidar recursos enormes, tirarlos prácticamente al basurero, los recursos económicos que la JCE asigne a los partidos políticos éstos deben invertirlos en obras prioritarias en sus comunidades, y así sí ganarían adeptos en votos que lo eleven a las posiciones que aspiran.
Es un crimen que se dilapiden $900 millones en una campaña electoral con fines muy diferentes a los que aspira la ciudadanía, cuando las comunidades claman por obras sencillas, un molino de viento, un pequeño acueducto, un generador de energía solar o eólica, un pequeño sistema de reguío en un asentamiento agrario, una deshidratadora de frutas en una cooperativa agrícola o de ajo en Constanza y cebolla en Boca Canasta, Sombrero, Juan Barón. ¿O no es así?.
Los políticos tienen que innovar por esas novedades, necesidades sentidas de los munícipes, tantas veces burlados, y por eso el temor de una abstención alta, motivada por la decepción, el desencanto y la frustración.