Arquitectura, mecenazgo y humanismo José Antonio Caro Álvarez UNA HERENCIA NACIONAL

Arquitectura, mecenazgo y humanismo José Antonio Caro Álvarez UNA HERENCIA NACIONAL

Frecuentamos desde hace unos años, en círculos intelectuales y literarios, la familia Caro Gómez, encuentro de la vida que hemos recibido como un regalo que nos acercó a conocer la trascendencia de todo el itinerario y obra del arquitecto José Antonio Caro Álvarez, padre de arquitectos e ingenieros, Tony y Danilo Caro Ginebra, Jaime Batlle Ginebra y su nieto Juan Caro-Gómez, entre otros nietos, y su hija, Lorraine Caro Ginebra. Este dotado dibujante, diseñador y visionario abrió en República Dominicana la primera generación de arquitectos modernos con un dominio incomparable tanto en el plano de las letras como de las artes.

Estudió en París, Francia, en los años 30, momentos en que se cuestionaba el clasicismo, poniendo entre comillas las líneas monumentales, para arriesgarse con los atrevimientos de los maestros de la arquitectura moderna francesa de Auguste Perret y Tony Garnier. Gracias a su experiencia europea, don José Antonio Caro Álvarez, (1910-1978), quien decidió autonombrarse JACA, regresa con el propósito de aportar a su país República Dominicana las experiencias y formación profesional en el campo del diseño, el urbanismo y la construcción. Inscribiéndose en la tendencia ligada al eclecticismo historicista, con las influencias de Francia y Estados Unidos. Su formación intelectual fue fundamental para ser un ejemplo de la primera generación de arquitectos dominicanos, logrando un rol muy importante en la definición de la arquitectura moderna dominicana. De ahí, lo espléndida y voluminosa de su obra, que vino a marcar una impronta, porque además contribuyó también al desarrollo de las artes plásticas en el país, ya que integraba obras de arte, esculturas y murales a sus proyectos. De este aporte y su relación muy cercana con los artistas, en especial con José Vela Zanetti, en la década del 1950, se inicia el modernismo que antes señalamos.

Como muchas naciones del Nuevo Mundo, República Dominicana buscaba una identidad arquitectónica en su ambientación propia. José Antonio Caro Álvarez ejerció con exquisito gusto sus logros y apropiaciones de las enseñanzas del École de Beaux Arts de París, lo que podemos observar por su abierta relación con el Art Déco en el edificio del Ayuntamiento de La Romana y en el Edificio Fernández, antigua Casa Plavime. Monumentos que demuestran el diálogo permanente que este maestro de la arquitectura mantuvo entre los códigos académicos y modernos.

Se puede, a través de las redes, compartir una memoria colectiva en torno al legado de este gran edificador. Muchas personas nos han escrito de Estados Unidos y de Alemania, recordándose de la afamada panadería Quico, de la calle Padre Billini, de la Ciudad Colonial, cuyo edificio propiedad de su padre, fue diseñado por él en 1935 a su regreso de Europa. Quienes mantienen la nostalgia de su arquitectura, pero también de sus exquisitos productos mencionan las influencias de las vanguardias arquitectónicas en el aspecto exclusivo de esta y otras fachadas Art Déco.

Podemos hacer todo un recorrido de la ciudad de Santo Domingo, y diríamos, de otras partes y provincias del país, para razonar la inmensa obra de este arquitecto. La exposición presentada en el Centro Cultural de España permite hacer todo el paseo de este edificador humanista cuyo itinerario existencial pone en evidencia un trato exquisito y una delicada humildad.

Vale resaltar sus grandes dotes como educador. Fue profesor universitario, en la Universidad de Santo Domingo desde 1939, como profesor de la Facultad de Ciencias Exactas, donde llegó a ser Decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura en 1958.
Como gran caballero concilió en el difícil proceso, luego de la muerte de Rafael L. Trujillo, cuando la citada Universidad Primada de América se vio abocada a grandes cambios y convulsiones. También, en esa importante universidad, autónoma desde diciembre de 1961, junto a sus mencionados hijos diseña y construye los edificios de la Facultad de Medicina, así como la de Ingeniería y Arquitectura, y en esos mismos años, la Maternidad y el Hospital Infantil, el Palacio de la Policía Nacional, la Secretaría de Educación, Bellas Artes y Cultos, el Banco Central (antigua sede), la Biblioteca Nacional y el Museo del Hombre Dominicano, del cual fue director en la década del 70. Así como publicó varios trabajos, siendo muy apreciado JACA Cuenta Cuentos, de fino humor y muy costumbrista. En esos años es cofundador y rector de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (1966-1970). Siempre dando ejemplos familiares, junto a sus hijos diseña la Plaza de la Cultura, la Biblioteca Nacional, otros museos de la Plaza.

Las nuevas generaciones han podido entender y palpar que el apellido Caro Álvarez es el sello a través del tiempo, de una dinastía arquitectónica, empresarial, como asociado a industrias y negocios pioneros en el país, como son Banco Hipotecario Dominicano (BHD), Talleres Cima y Pinturas Popular, entre otras.

Entendemos que estamos frente a tres generaciones con una coherencia de formas y de perspectivas, de refinada línea y gran cohesión en el reparto de los espacios. Quien tenga el honor de acercarse a la erudita biblioteca privada de don José Antonio Caro Álvarez, podrá observar la calidad de su colección bibliófila y encontrar entre tantos libros, autores sagrados como Stendhal, con su magnífica novela La Cartuja de Parma y El rojo y el negro, todos en lengua y edición francesa de alta distinción.

Entre tantos libros, nos impresionó con gran orgullo y admiración, una obra de André Malraux, Ministro de la Cultura de Francia en los dos últimos gobiernos de Charles de Gaulle, gran erudito, profundo conocedor de las civilizaciones primeras, cuyo libro dedicó con su mano y firma al arquitecto Caro Álvarez.

Y es que la vida de don José Antonio Caro Álvarez fue un trayecto iniciático con el arte, la cultura y la educación. Coleccionista apasionado, le debemos la dedicación de su alma generosa hacia el grupo de los artistas españoles republicanos que llegaron a República Dominicana a finales de los 30, los aceptó, los admiró, los respetó, invitándoles a integrarse con sus obras de arte en sus proyectos de diseño urbanístico y arquitectónico. Supo integrar artistas de la talla de Vela-Zanetti y Manolo Pascual.

España le interesaba, le dolía y a través de los años, contribuyó a estrechar lazos fraternos entre los dos países y pudo crear el Instituto Dominicano de Cultura Hispánica, convirtiéndose en un diplomático generoso, de buena fe, para que el Estado Dominicano cediera al instituto el local del antiguo Colegio de Gorjón. Por esa razón, realmente, la exposición montada en el Centro Cultural de España es emocionante, y significa recibir en sus muros el recuerdo y la visibilidad del conjunto de la obra arquitectónica de quien fue fundador de la Cooperación Cultural y Artística entre España y República Dominicana.

Plácenos señalar que el montaje de la exposición está muy logrado y el curador y museógrafo, arquitecto Alex Martínez Suárez, supo poner el duende y el arte que don José Antonio Caro Álvarez se merece. El legado arqueológico y antropológico lo podemos presenciar en su pasión que demostró desde muy joven al estudio y a la investigación de la arqueología y la antropología prehispánica de las Antillas, buscando siempre un espacio privilegiado para la Isla Española y las raíces de su pueblo.

Gran defensor y promotor el patrimonio cultural de su país, se consagró en cuerpo y alma a la creación del Museo del Hombre Dominicano, donándole su colección arqueológica privada y desempeñándose como director del mismo museo hasta su muerte. Le debemos también, a don José Antonio Caro Alvarez sus asiduas inquietudes por la memoria taína con sus obras La Cojoba, de 1977 y Cemíes y Trigonolitos, del mismo año.

Concluimos, refiriéndonos a sus palabras: “Ningún pueblo se transforma en nación sino se enraíza profundamente con sus orígenes, y son esos orígenes los que estamos buscando y será labor de los investigadores, de aquí en adelante, el continuar la tarea que hemos iniciado”.

La familia Caro Álvarez, fortalecida por el legado de don José Antonio, permite, a través de la Fundación J. A. Caro Álvarez, tener un alcance cultural, humanístico, urbanístico y arquitectónico de la trayectoria y pueden contar con un éxito de casi 80 años, ejecutando siempre con excelente factura y construyendo en una gran variedad de abanicos, demostrando siempre la más alta calidad de propuestas y proyectos. En su nieto, Juan Cristóbal Caro Gómez, tenemos la tercera generación de la empresa CARALVA. Pero las tres generaciones siguen con el espíritu de responsabilidad ciudadana, excelencia del gusto en las artes y la cultura, es decir, que siguen las huellas de uno de los mayores dominicanos de la segunda mitad del siglo XX.

José Antonio Caro Alvarez pertenece a una casta de hombres y mujeres cuya brújula solo se mueve bajo el imán de la justicia. El libro que sus hijos y nietos han puesto a circular en el Centro Cultura de España, el 17 de febrero de 2016, es el condensado de una vida de trabajo, firmeza y tolerancia.

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