Arrabalizan entorno del Altar de la Patria

Arrabalizan entorno del Altar de la Patria

POR MARIEN A. CAPITAN
Lejos de lo que fue en el pasado, el Altar de la Patria luce ahora bastante descuidado: falta pintura, cuidados y, sobre todo, la solemnidad y el respeto con el que los ciudadanos trataban ese lugar.

La mejor prueba de ello es la llamativa carpa blanca que está situada justo al lado de la entrada principal y cobija las revistas, libros y pasatiempos que se venden desde RD$10.00, RD$20.00 y RD$40.00, según rezan las cartulinas blancas que cuelgan de la mesa.

El puesto improvisado, propiedad de «Gente de éxito», parece no contar con ningún permiso. Pese a ello, no hay problemas porque sólo estarán hasta el próximo domingo, según argumentó un empleado.

Las aceras, además, sirven de parqueo a los motores de los motoconchistas y vendedores de frutas que ofrecen sus servicios en la zona.

Pero es la garita que está en la muralla del extremo frontal la que aguanta el peor peso en este parque: los hombres, tan mal educados como irrespetuosos, desahogan en ese rincón sus necesidades de orinar. Poco les importa, y es lo más chocante, que los transeúntes los vean habitualmente en acción.

Habitual es también la presencia de vagos y gente extraña que se coloca justo en las columnas principales de la entrada del Altar de la Patria, sin que ninguno de los guardas les diga absolutamente nada.

RECORRIENDO EL LUGAR

Las flores mustias, como reflejo del olvido que se ha colado por las paredes y techos del Altar de la Patria, hablan de las ofrendas que fueron colocadas hace justo una semana: el 14 de junio.

Junto a las flores, el lugar pide a gritos que ser remozado. El mármol sucio, las escaleras interiores desgastadas y los techos con manchas marrones, son el mejor reflejo de que hace falta una dosis de mantenimiento.

Esto sucederá, según aseguró el mayor Florentino, encargado del cuidado del Parque Independencia, cuando lo autorice el secretario de las Fuerzas Armadas, teniente general José Miguel Soto Jiménez.

Mientras, da pena ver cómo se van desgastando las fotografías antiguas que, colgando de las paredes de la destartalada oficina del parque, muestran cómo era este espacio hace más tiempo. También se puede ver la forma tan triste en que se exhiben las armas que fueron usadas por los patricios: en una vitrina con el vidrio roto.

Fuera de la oficina, que está debajo del Altar de la Patria, la pintura está tan deteriorada que parecería que hace años que no se pinta por allí.

Lo mismo sucede con la verja perimetral que rodea al parque y que muestra los cables eléctricos que han quedado colgados después que muchos de los soportes de las luces quedaran al desnudo; la mitad de los bombillos, inexplicablemente, fueron sustraídos.

Pasando a las escaleras, varios peldaños de la escalinata principal que da al mausoleo están rotos, lo que provoca tropezones y caídas a quienes van por ahí. También están rotos algunos de los peldaños de las escaleras interiores que llevan a la oficina.

La fuente, que está vacía, muestra un discreto charco que no parece molestar a nadie. Tampoco lo hacen los bancos de metal que están desprendidos del cemento y podrían lastimar a quienes se sienten en ellos.

Cerca de allí, una estatua de doña Manuela Diez, madre de Juan Pablo Duarte, pide a gritos que le repongan la «u» de su nombre. La letra, de bronce, cayó hace un tiempo legándole a la estatua una nueva identidad: la de «Manela» Diez de Duarte.

Respecto a las áreas verdes, falta disposición para remover los restos de los árboles podados. Más lamentable, sin embargo, es que hay al menos 10 troncos de árboles que están tirados en los jardines. Tumbados por huracanes o porque se han secado, debieron haber sido removidos hace tiempo.

Las conexiones de agua son otra oda a la desidia: mientras una sirve para crear un charco de agua, hay otra que está conectada con los flecos de un viejo saco.

La puerta del lado oeste, por otra parte, ha dejado de ser corrediza: dos grandes piedras la condenaron. Los cables eléctricos que están próximos, aunque deberían estar soterrados, están a la vista de todos.

Lo más paradójico es que, a un metro de esta puerta, hay un letrero que habla de cómo cuidar el espacio. Su soporte, de hierro, está a punto de caer a causa del óxido.

Las que sí cayeron fueron las cadenas y los eslabones que unían a los pilotillos de mármol y granito negro que están en la parte frontal del parque: alguien se los llevó sin que nadie pueda explicar cómo sucedió.

Así, en medio de un altar que no parece serlo, «viven» cada día los tres padres de la República Dominicana.

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