¡Arriba las manos, esto es un atraco!

¡Arriba las manos, esto es un atraco!

Pedro René Almonte Mejía.

La frase con la que titulamos nuestro artículo parecería de una serie de televisión o mas bien formaría parte del guión de una película de mafiosos estilo El Padrino, o podemos viajar al pasado específicamente a los años 1920 y 1930 en la ciudad de Chicago, cuando Al Capone y sus secuaces se apoderaron de las calles de esta ciudad. Lamentablemente no es así, esta es una de las frases que más se repiten en las calles de nuestro país, La República Dominicana.

En los últimos meses se han recrudecido los actos delincuenciales, como son: robo a ciudadanos comunes, asaltos a bancos y negocios comerciales y un hecho atroz que ya se convierte en tendencia y porque no decir que ya es una costumbre, que es darle muerte a militares y policías para despojarles de su arma de reglamento.

Muchas son las razones del auge de la delincuencia en nuestro país, entre ellas podemos mencionar: El poco acceso a la educación en las clases empobrecidas, la carencia de empleos dignos que permitan a esos jóvenes llevar a sus familias al menos “las tres calientes”; en su defecto se arman y arrebatan a la sociedad lo que la misma sociedad no les ha entregado por su condición de ciudadanos, llevando desasosiego y amargura a hogares de personas inocentes.

Lo  peor es que vemos las autoridades a las que les corresponde llevar seguridad al ciudadano, dar palos a ciegas y culparse unos a otros, tratando de ocultar una realidad que nos golpea en el rostro, llamándola “`percepción”. Hablen de percepción a la familia del guardián del banco asesinado en un asalto semanas atrás, hablen de percepción a una ingeniera que perdió la visión debido a un atraco del que fue víctima. Nada de eso,  no podemos encontrar una solución efectiva al problema si nos empeñamos en negar la realidad que nos arropa, con tintas negras y sabanas de sangre.

Sentemos las bases para que de una vez y por todas logremos una sociedad con una redistribución de la riqueza de una manera más equitativa, en la que haya más acceso a la educación a todos los niveles, más oportunidades de empleo, mas acceso al deporte, y menos corrupción administrativa, menos acaparamiento de la mayoría de las riquezas por la minoría de la población, menos contubernio entre políticos y empresarios para enriquecerse a costilla del pueblo.

En fin, ¡demos a esos jóvenes más libros para estudiar y menos armas para matar!

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